Freitag, 30. April 2010

Interrogatorio

No sé si fue en un capítulo de Friends o en alguna peli americana. Una mujer joven estaba en la fiesta de la boda de una amiga, era soltera y con ganas de conocer a alguien. Antes de entablar una conversación o de bailar con algunos de los hombres de la fiesta, seguía el siguiente interrogatorio:
-Hola, ¿estás solo?
-Sí
-¿Eres gay?
-Sí
-Adiós

Buscaba al siguiente apetecible y la situación se repetía:
-Hola, ¿estás solo?
-Sí
-¿Eres gay?
-¡No!, ¿por qué lo preguntas?
-¿Tienes trabajo?
-No
-Adiós

O a otro, más escueto:
-Hola, ¿estás solo?
-Sí.
-¿Tienes pareja?
-Sí
-Adiós

El siguiente majete:
-Hola, ¿estás solo?
-Sí
-¿Eres gay?
-No.
-¿Tienes trabajo?
-Sí
-¿Quieres tener pareja?
-No, estoy bien así. Me gusta mi libertad.

Hasta que llegó a este:
-Hola, ¿estás solo?
-Sí
-¿Eres gay?
-No.
-¿Tienes trabajo?
-Sí
-¿Quieres tener pareja?
-Sí, tengo ganas de tener a alguien
-¿Quieres tener hijos algún día?
-Me encantaría, pienso en ello a menudo.


Fue entonces cuando comieron perdices y fueron felices.

Esto me vino a la memoria cuando hablaba con mi amiga Majo el otro día. Antes, a principios de los 20, conocía a alguien que me gustaba, intentaba averiguar qué pensaba él, tentaba a la suerte, me tiraba a la piscina y esperaba a que saliera bien. Pero esas preguntas de arriba ni se me ocurría hacerlas (“el amor todo lo puede”, pensaba). Y claro, luego estaba con chicos que, o no estaban solos, o no querían una relación, o no tenían un trabajo o no querían nada de nada. Y yo esperaba a que cambiaran de opinión, como quien compra los plátanos verdes y espera a que maduren al cabo de días o, si tienes mala suerte, de semanas. ¡Pero es que lo hombres no son como los plátanos! ;-)
En cuanto vi la peli, esto de las preguntas me pareció una táctica estupenda. Lo que pasa es que me cogió tarde, pero me gustaría que alguna amiga “single” se atreviera a hacerlo, para que me contara si funciona y para que yo constatara que es la mejor fórmula. Pues estoy segura de que comprar un vestido rosa, guardarlo en el armario y esperar a que se vuelva rojo, tiene muy poco sentido y acarrea mucha frustración. Además, con los años te vas cansando antes, quieres más calidad, más acierto en las decisiones, exiges más.
Y aunque este post lo he escrito como mujer y lo he puesto en boca de una mujer, vale igual para los hombres. Quien no se quiere casar hoy, lo hará a regañadientes mañana; quien pasa de ir a casa de la tía con 30, seguirá sin muchas ganas a los 40, y a quien le cuesta atarse, le seguirá costando. ¡Que los hombres, ejem, los plátanos, no siempre maduran!

Mittwoch, 28. April 2010

Sumando

Yo creo que en el momento en el que a uno le preguntan: “Y, ¿cuándo ocurrió eso?” y uno empieza a echar cuentas y responde con algo así como: “hace ya 10, 15, 20 años...” empieza a tomar consciencia de la edad que tiene.
En Lyon pensé: “hace 10 años de mi año Erasmus”, “hace casi 15 que hice la Selectividad”, “hace casi 15 que me fui de casa”, “le conozco desde hace 24 años”. Me entró un vértigo brutal: ¡empezaba a hablar como las abuelas!
Antes, cada vez que hacía la pregunta: “Y cuándo fue eso?” y me respondían con un “Buf, hace... más de 25 años”, me imaginaba directamente cada uno de los días de esos 25 años puesto uno detrás de otro como las fichas de un dominó, de forma casi infinita. Rápidamente, recorría esos días mentalmente y me daba cuenta de la cantidad de experiencias que habría vivido esa persona en todas esas horas, días, semanas, años. ¡A mí mis 16 me daban un cierto estatus de madurez post pubertad! ;-)
Entonces, a seguir sumando horas, días, experiencias, semanas y años.

Samstag, 24. April 2010

"30 segundos en la boca y 10 años en el..."

Salió el sol, llegó la primavera y algunas bajamos al sótano, sacamos la caja con la ropa de verano, la subimos a la habitación e intentamos encontrar algo del vestuario de los años anteriores al que darle un aprobado. Siempre es el mismo ritual: abres la caja y empiezas a ver toda esa ropa de colores que desde hace 10 meses no te pones, buscas algo, te lo pruebas, te miras delante del espejo y piensas: “¡Qué horror!”. Entre lo blanquita, lo blandita y lo ridícula cuando aún no estás para los colores chillones, te sientes un tanto descolocada. Ayer, mientras cumplía con ese ritual primaveral, se me vino la frase que mi madre decía en estos casos: “A cierta edad, un bombón dura 30 segundos en la boca y 10 años en el culo”.
Es entonces cuando algunas recuperan aquellos vaqueros de hace 10 años y se ponen como meta llegar a meterse en ellos antes de que empiece el verano. ¡Buena suerte, chicas!, pues se trata de una empresa con poco sentido: aunque te llegaran a caber, resultarías un tanto ridícula con ellos. Ya estarán pasados de moda y hay delgadeces que tampoco favorecen a partir de determinada edad.
Antes no lo entendía: entre la pubertad, los nervios universitarios y el ir a pie o en bici todo el tiempo, es verdad que una se mantiene sin problemas. Después de los 30, empezamos con las excusas (“esto es del 1º ó 2º embarazo...”, “es que con estrés como chocolate”, “trabajo tanto que no tengo tiempo de ir al gimnasio”, “es lo que me queda de las Navidades”...). Pero vamos a ver, ¿no será que con los años ya no quemamos los extras jugando a la cogida en la calle, saltando a la comba o en el estirón de la pubertad y bebemos más alcohol, más café con galletas y tenemos más cenas de empresa que entonces?
De alguna forma, en las mujeres el metabolismo celular funciona de otra manera y a otra velocidad que en los hombres, sujeto en gran medida a nuestros cambios hormonales a lo largo de la vida.
Como decía uno que yo me sé: "¡No te preocupes, chica: así tienes más curvas de mujer!"

Sonntag, 18. April 2010

Múltiples roles

De vez en cuando oigo cosas como: “¡Ah! La ligereza de aquellos tiempos, la vida de estudiante, sin tantas responsabilidades. Qué fácil y despreocupadamente vivía entonces”. Y me quedo pensando que por qué sentimos eso, que por qué oigo a menudo comentarios de ese tipo entre personas de mi edad. Entonces recordé cómo vivía y pensaba por aquel entonces. Era estudiante, tenía una cantidad de dinero al mes, un buen puñado de asignaturas que aprobar al año, una serie de compromisos en el grupo de scouts, y ya estaba. Mi único rol era ese: ser yo, comprenderme mejor, hacerme, formarme, conocer gente, salir por las tardes / noches, hacer acampadas, cumplir con las fechas límite puestas para las entregas de traducción, ayudar un poco a mi abuela en casa, estar en alguna comida familiar y quedar alguna tarde con el chico de turno, relajadamente. Mi rol era “ser veinteañera”, y eso se entendía por sí mismo.
Sin embargo, en una década se han ido añadiendo más roles al bote: al poco empecé a ser profesora, lo cual significó tener a un cierto número de alumnos pendientes de ti, de tus notas, de tu más o menos buen hacer junto a la pizarra. A eso se le añadieron unos compañeros y algún que otro jefe o director del departamento de lenguas de los centros en los que trabajaba. Ya era “compañera de”. Poco a poco, en la interacción con los otros, se va formando una imagen de ti, te vas forjando tú también. “La canaria”, “la bajita”, “la hippie”, “la desorganizada,” “la ordenada”, “la profe”, “la mandona”...
Luego viene la pareja, empiezas a hacer la “novia” o “mujer de...” y cada vez eres menos la veinteañera que sólo se ocupaba de conocerse y formarse mejor. Si de adolescente formas parte de un bloque familiar dentro de la gran familia, a partir de cierta edad se te pregunta directamente si vendrás al cumpleaños de la tía o no. Tenemos otros roles más: eres prima, sobrina, tía o nieta.
A todo esto se le suma el papel en el grupo de amigos, en algún grupo social, en el equipo de deporte o la parroquia, además del gran rol de padre o madre. Imagino que ese es el que realmente te hace disponer las prioridades de otra forma, pero también se suma a los otros.
Por eso, cuando estás ante un señor de 40 años, tienes ante ti a un cuadro cubista de Picasso, de esos donde se ve a la figura desde todos los ángulos al mismo tiempo: es el patrón de la empresa, el marido, el amante y el mejor amigo de Fulanita, el padre de Pepito y Pepita, el dueño del Opel Astra, el propietario del apartamento en la playa, el que aparece en las cartas con facturas de la luz, el hijo de la abuelita, el miembro del coro, el portero del equipo senior local.
¡Un buen puñado de papeles que desempeñar!

Sonntag, 11. April 2010

Un momento y un lugar

Llegué a Lyon con mucha expectación: en el 2000 salí de allí tras 9 meses de Erasmus y una serie de experiencias no muy fáciles vividas con la intención de volver y de ver la ciudad con otros ojos. Ahora, después de 10 años, volvía a la ciudad en la que viví el primer invierno realmente frío de mi vida y que me abrió las puertas a mi “intranquilidad europea”.
El caso es que, aunque reconocía muchas esquinas y recordaba sensaciones, amigos, cosas que pensaba y sentía en aquel momento, no me dio pena que aquel año ya hubiera pasado. Me gustó volver, me gustó recordar a los buenos amigos que tuve allí, pero sentí que estuvo bien así, que lo pasado, pasado está.
Hace una semana me decía mi amigo Felix ante la idea de volver a España: “¿Sabes una cosa? Ya se me han tranquilizado las ganas de volver a Valencia. El Erasmus ya pasó, la gente ya se fue, la experiencia que tuve, tal y como la tuve, no volverá”. Y es verdad. Aunque nos empeñemos en encontrar a la misma gente y en hacer las mismas cosas, aquel momento concreto ya pasó, nosotros hemos cambiado, la ciudad, la gente, la actividad en sí, todo es diferente.
Por eso, cuando se reúnen los alumnos de la promoción X y se ven, más gorditos, más canosos, más cansados y más serios que hace 15 años, uno se da cuenta de que “lo que fue, fue” y estuvo bien así, no sirve intentar recrearlo.
Lo que ocurre es que a veces nos queda la duda de si la relación con aquel chico tan agradable del intercambio con el instituto francés o el que conocimos en nuestro año de au pair sería “el chico de nuestra vida”. Y entiendo que esos “Y si...” y los temas inacabados nos causen quebraderos de cabeza.
Por eso me encantó estar en Lyon, pasear por sus calles, ver la estampa de la ciudad sobre la colina de la Fourvière y decir: “Qué bien que estuvo la experiencia, qué bien que puedo estar aquí ahora, qué bien que estoy donde estoy ahora”. Hay un momento y un lugar para cada cosa.
¿Tienes tú alguna historia de estas, de personas con las que no sabes que hubiera pasado si..., cosas que siempre quisiste vivir o lugares a los que siempre quisiste volver?

¿Joven o vieja?

Esta era la cuestión en la cola del bar de moda entre los estudiantes de Colonia. “No, tú no eres tan vieja, en realidad. Estás joven”, me decía mi ex alumno de 25 años para aclararme que estaba todavía bien que saliera de bares entre semana. A mí aquellas palabras no me tranquilizaron porque, ¿por qué discutir sobre ello? ¿Dónde está la frontera entre “ser joven” o “ser viejo”? ¿Ser joven en función de qué? ¿Comparado con qué? ¿Estar viejo para hacer qué?
Creo que ahí está el quid del asunto: lo que la sociedad, tu cultura, tus amigos, tu familia o tú mismo han establecido como propio o impropio de tu edad, tanto si lo haces antes de tiempo como si lo haces después. Pero en realidad, si uno está haciéndolo, ¡es que puede hacerlo!. Sólo que socialmente alguien ha puesto una marca, ha trazado una línea invisible, por encima de la cual a una determinada edad está bien hacer algo y por debajo de ella no. Pero, ¿cómo saberlo?
A veces tengo la impresión de que esas reglas sociales sobre la edad nos afectan más a las mujeres. A los 15 no puedes ir con la cara embadurnada de maquillaje (“eres demasiado joven para eso”), a los 40 estás también pasada para determinadas cantidades de colorete. Hoy en día, tener hijos a los 21 es ser joven, a los 37 es ya muy tarde. En la India si con 25 no tienes ya la parejita te miran con cara de pena y en Alemania cada vez son más las que empiezan a los 35. A los 20 salir de marcha hasta el amanecer hace que seas bien visto en la pandilla, a los 35 comienzas a ser un alma en pena.
¿De qué depende todo esto? ¿No sería mejor que cada uno hiciera lo que le apetece si se da la situación y no hace daño a nadie? ¿Dónde están escritas esas reglas? ¿No será que esa persona no pudo hacer esto o aquello antes o que siente que este es el momento más adecuado? ¿Qué hacer entonces entre los 25 y los 35?
Joven o viejo: dos adjetivos con mucha controversia. ¿Qué opinas tú?