Freitag, 10. Juni 2011

Single


Aquella mañana me sentí vacía: de repente podía definirme diciendo todo aquello que ya NO tenía. Me acababa de separar, me quedaba sin piso, sin la sombra de mi iglesia preferida, sin el árbol dibujado en la pared, sin el estatus conseguido en los últimos años, sin los sueños de un futuro compartido, sin un cuerpo calentito al otro lado de la cama. Todo lo material que tenía cabía en 25 cajas y sobre una bicicleta, pero las historias y las experiencias... ¡no sé en qué hipercontainer las metería! ;-)
Cuando te quedas solo después de muchos años de convivencia -da igual la edad que tengas- se produce una especie de recolocación y rejuvenecimiento: de repente no tienes que contar con nadie si te apetece hacer algo, quizás compartes piso como en la época de estudiante, sales más y hasta más tarde y te descubres coqueteando y sintiendo los mismos nervios en la barriga que a los 18.
También te das cuenta de que muchas cosas las hacía el otro y no sabes muy bien, ni dónde están, ni cómo se hacen. Conseguirás resolverlo de una forma u otra, seguro, pero ahora tienes que aprender cómo.
En cualquier caso, estos días me veo haciendo cosas que hacía hace 10 años, pero con la experiencia de mí misma y los demás que antes no tenía, sumada a veces a la falta de costumbre y a la extrañeza. Está claro que aunque hay cosas que recuerdan a cómo era mi vida a los 20, nada volverá a ser como entonces, como tampoco las relaciones que entablas en este momento siguen los pasos de antaño. Es “como si”, pero no. Y ahí reside para mí lo fascinante del asunto: cuando te das cuenta de la cantidad de herramientas que has ido adquiriendo con el paso del tiempo y que te han preparado para estar donde estás ahora.