Dienstag, 18. September 2012

Chica de 30 en apuros

Entro en la sala de profesores, corriendo, como siempre, saludo a todos como una exhalación, saco los papeles de la mochila, aún tengo que hacer fotocopias, Dios, “¿Por qué llegaré siempre tan apurada?”. Por fin delante de la máquina, encima es nueva, a ver quién la entiende, lo intento, empiezo a resoplar, aprieto el botón amarillo, se oye un pitido, lo intento con el azul, se oye otro...

-“Kann ich dir helfen?” (¿Te puedo ayudar en algo?) Así, como salido de la nada, aparece... digamos... llamémosle... Jens (en honor al post de noviembre de 2009 ;-) ): el profe nuevo, moderno, con pantalones desteñidos y curiosamente caídos, cool, sonriente, de brillo en los ojos y pelo cuidadosamente revuelto que he visto alguna vez por la sala de profesores.
 -“¡Mierda!”, me digo, “¿Cómo se movían las cuerdas vocales? ¿Cómo se hacía eso de sonreír? ¿Cómo puedo seguir y hacer como si nada? Pero, chica, ¡habla! ¡di algo! Que si sigue pasando el tiempo será peor... - “Hast du Probleme?” - “Nein, nein, es ist alles in Ordnung, (no, no, todo está bien)”, alcancé a decir. Y ya no me quedó otra que tragarme la rojez de las mejillas y hacer algo así como una mueca que era todo menos una sonrisa y no conseguía ser nada natural...

 En la bici de vuelta a casa pensaba en la situación: “¡Qué tonta! ¡Qué niña chica! ¡Pero si será tan freelance como tú, tendrá más o menos la misma edad que tú y encima es nuevo! Seguro que me notó nerviosa y vio que no sabía qué decir... Brrr... Con lo segura y autosuficiente que puedo parecer a veces, esta vez me cogió por sorpresa y no pude reaccionar”. 
 
Anécdota aparte, me quedé pensando en el hecho de que, ante una situación así –todos hemos vivido situaciones parecidas– da igual los años que tenga a mis espaldas y la de experiencias que haya tenido en ellos que, al final, en situaciones con determinados hombres, un poco más altos y un poco más mayores, me hago pequeñita, pequeñita y jovencita, jovencita y desearía poder desaparecer. “¿Por qué será?, ¿Qué tipo de hombres son?”.
Como hasta que no descubro las causas de las cosas no me quedo tranquila, seguí reflexionando. Y llegué a la siguiente conclusión: se trata de hombres jóvenes, de alrededor de 30, o más, que se sienten atractivos (y quizás lo son), que son un poco más altos (algo que no es difícil), que trabajan en algo relacionado con la economía o en el mundo de la empresa y que te miran a los ojos con una mirada entre pícara y divertida. Y apuntaría algo más: son hombres seguros de sí mismos que sienten que pueden conseguirlo todo. Es esa seguridad del otro la que nos hace sentir inseguros, a pesar de los años y de las veces que se haya repetido ya una situación así. En estas situaciones la información se intercambia en milésimas de segundo, se analiza, se evalúa, se observa y se mide al contrario de una forma sutil y subliminal que trabaja por debajo de la situación, casi de forma imperceptible.

La próxima vez estaré preparada. No quiero ser la niña chica. Yo también soy mayor de treinta, muy alta ;-), atractiva y hago cosas en el mundo de la empresa (jiji). Así que esperaré con mi pregunta “Hast du Probleme?” en la sala de profesores a que aparezca algún corderito cool de 30 para sacarle mi mejor sonrisa y apuntarme un tanto. A mi avanzada edad estas cosas... chica... por favor... ;-)

Sonntag, 2. September 2012

La soledad a los 30

Hace dos noches, ya en la cama y con los ojos cerrados, me vinieron a la mente las palabras de algunos amigos con los que había tenido contacto en los últimos días. Chicos de entre 30 y 38, trabajadores, de nacionalidades variadas, habitantes de la gran ciudad. “A veces echo en falta tener buenos amigos”, “Me gustaría tener a alguien con quien compartir algunos ratos”, “Tengo ganas de una familia”, “Toda mi gente se ha mudado, quedan pocos por aquí”, “Noto un cambio de fase vital”. Según Ulik, el protaganista esquimal del libro In Durcheinander der Liebe, obra de François Lerord, psiquiatra francés de éxito literario, –él pasa un tiempo en París y no para de descubrir diferencias entre su pueblo esquimal del norte y la sociedad parisina– en la sociedad europea de los kablunak (hombres blancos) la libertad es un bien preciado al que se adora en todas partes y que se respira en el ambiente. Para un esquimal que nunca está solo (conviven todos juntos en el iglú, van de caza en grupo y se ayudan continuamente para sobrevivir a las condiciones extremas de su hábitat), esto es algo incomprensible. Tantos millones de parisinos viviendo solos en habitaciones tan juntitas, ir codo con codo en el metro, compartir despacho con tantos otros kablunak, y admirar al mismo tiempo al Dios Libertad. Después de varios meses en París, Ulik no acaba de comprenderlos: “¿Cómo podrán ser felices solos?”, “¿Por qué hay tantas mujeres bonitas sin marido?” “¿Quién las protegerá”. Al mismo tiempo, en sus encuentros con los franceses descubre que no todos son tan felices con su diosa Libertad como parece. Es como si hubieran perdido la medida ideal de intercambio entre la diosa Libertad y la diosa Convivencia. “¿De dónde se habrán sacado tan descabellada idea?”. Creo que mis amigos son un poco víctimas y creadores de su realidad, las dos cosas a un tiempo. Ser joven hoy en día va muchas veces unido a la idea de que uno debe estar abierto a todo, no estar atado a nada y ser libre para aprovechar lo que venga en cualquier momento. Muchos chicos piensan aún a los 28-30 que es mejor esperar a ver si llega algo mejor, no sea que vaya uno a perderse prados más verdes. Entre los esquimales del pueblo de Uli, que se cuentan a centenares, las mujeres de tu edad disponibles son tan pocas, que uno no se queda esperando si se le presenta la oportunidad. Sin televisión ni revistas que lancen continuamente imágenes de lo que hay más allá, los esquimales viven tranquilos, ajenos a los principios de vida que rigen a los kablunak. Así que, aún con los ojos cerrados, pensé: “¿Por qué no crear un hogar para treintañeros? Si existen para ancianos, gatitos, perritos, clubs de cartas y todo tipo de centros de reuniones, ¿por qué no crear un lugar de encuentro por donde pasar para intercambiar inquietudes, ver pelis, dormir con alguien o desayunar en grupo? “Hogar para treintañeros kablunak”, o mejor “Siéntete en casa”...”. ESTÁS INVITADO.