Entro en la sala de profesores, corriendo, como siempre, saludo a todos como una exhalación, saco los papeles de la mochila, aún tengo que hacer fotocopias, Dios, “¿Por qué llegaré siempre tan apurada?”. Por fin delante de la máquina, encima es nueva, a ver quién la entiende, lo intento, empiezo a resoplar, aprieto el botón amarillo, se oye un pitido, lo intento con el azul, se oye otro...
-“Kann ich dir helfen?” (¿Te puedo ayudar en algo?)
Así, como salido de la nada, aparece... digamos... llamémosle... Jens (en honor al post de noviembre de 2009 ;-) ): el profe nuevo, moderno, con pantalones desteñidos y curiosamente caídos, cool, sonriente, de brillo en los ojos y pelo cuidadosamente revuelto que he visto alguna vez por la sala de profesores.
-“¡Mierda!”, me digo, “¿Cómo se movían las cuerdas vocales? ¿Cómo se hacía eso de sonreír? ¿Cómo puedo seguir y hacer como si nada? Pero, chica, ¡habla! ¡di algo! Que si sigue pasando el tiempo será peor...
- “Hast du Probleme?”
- “Nein, nein, es ist alles in Ordnung, (no, no, todo está bien)”, alcancé a decir. Y ya no me quedó otra que tragarme la rojez de las mejillas y hacer algo así como una mueca que era todo menos una sonrisa y no conseguía ser nada natural...
En la bici de vuelta a casa pensaba en la situación: “¡Qué tonta! ¡Qué niña chica! ¡Pero si será tan freelance como tú, tendrá más o menos la misma edad que tú y encima es nuevo! Seguro que me notó nerviosa y vio que no sabía qué decir... Brrr... Con lo segura y autosuficiente que puedo parecer a veces, esta vez me cogió por sorpresa y no pude reaccionar”.
Anécdota aparte, me quedé pensando en el hecho de que, ante una situación así –todos hemos vivido situaciones parecidas– da igual los años que tenga a mis espaldas y la de experiencias que haya tenido en ellos que, al final, en situaciones con determinados hombres, un poco más altos y un poco más mayores, me hago pequeñita, pequeñita y jovencita, jovencita y desearía poder desaparecer. “¿Por qué será?, ¿Qué tipo de hombres son?”.
Como hasta que no descubro las causas de las cosas no me quedo tranquila, seguí reflexionando.
Y llegué a la siguiente conclusión: se trata de hombres jóvenes, de alrededor de 30, o más, que se sienten atractivos (y quizás lo son), que son un poco más altos (algo que no es difícil), que trabajan en algo relacionado con la economía o en el mundo de la empresa y que te miran a los ojos con una mirada entre pícara y divertida. Y apuntaría algo más: son hombres seguros de sí mismos que sienten que pueden conseguirlo todo. Es esa seguridad del otro la que nos hace sentir inseguros, a pesar de los años y de las veces que se haya repetido ya una situación así. En estas situaciones la información se intercambia en milésimas de segundo, se analiza, se evalúa, se observa y se mide al contrario de una forma sutil y subliminal que trabaja por debajo de la situación, casi de forma imperceptible.
La próxima vez estaré preparada. No quiero ser la niña chica. Yo también soy mayor de treinta, muy alta ;-), atractiva y hago cosas en el mundo de la empresa (jiji). Así que esperaré con mi pregunta “Hast du Probleme?” en la sala de profesores a que aparezca algún corderito cool de 30 para sacarle mi mejor sonrisa y apuntarme un tanto. A mi avanzada edad estas cosas... chica... por favor... ;-)