Hace unos días llegué pronto al gimnasio y me dio por mirar el programa de cursos para el día. Justo al lado están las fotos y los nombres de los entrenadores, y curioseé con la idea saber un poco más sobre los que llevo viendo 5 años rondando por allí. Entre otros me fijé en Julian, el musculoso de acuaerobic que tiene a sus más de 35 seguidoras envelesadas mirándole desde el agua y soñando con tener el equivalente a su cuerpo en femenino. Cada vez que veo la estampa desde el otro lado de la piscina no puedo evitar sonreír para mis adentros, pues a mí no me vende la moto: hace falta algo proteínico y no sólo ballet señorial acuático para tener cada centímetro del cuerpo así de desarrollado ;-)
Al grano: el caso es que de pronto supe que el que alimenta los deseos de muchas se llama Julian. Sí, J-U-L-I-A-N. Suena precioso, ¿no crees? Para mí suena a algo pre púber, suena a angelito con alas, a monitor de aerobic majete. Y, de repente, de camino al probador, me vino la revelación de la vida a la cabeza: prácticamente todos mis amores reales -y muchos platónicos- tenían un nombre que empezaba con esa letra o que contenían el sonido /x/. Sí, ese que los estudiantes de español tienen trabado en la lengua, pues entre la /d3/ inglesa y alemana y las dos grafías (g y j) para el mismo sonido en español, no me canso de hacer gárgaras en clase: ¡JJJJJJJJJJJJJJ, chicos! (Sin mucho resultado, todo hay que decirlo).
Así que en los primeros largos en la piscina revisé en mi memoria si era cierto: los Jorges, Juanpe, Joaquín, Juanlu, Jose Carlos, el joven Alejandro, Julio, Jose María, John, Javi... ¿Y qué me dicen de Jordi o Jaume? Incluso el bueno de Achim, que para los novatos se pronuncia tal “ají” español: “Ajim”. En Alemania están, además, los Jens, Jan, Jörg, Jörn... No sé que tiene la jota, que suena como música sexy y celestial en mi subconsciente. Enseguida imagino a un hombre de metro ochenta, fuerte y con mandíbulas desarrolladas que tiene también algo de adolescente eterno. Hmmm...
Pero es que aún hay más: de niña los fines de semana me levantaba por las mañanas temprano y me envolvía en una manta en el suelo del salón, e iba leyendo con el dedito las líneas del primer libro de lectura de mi vida. Así descubrí a Borja. Como canaria, me fascinaba, me maravillaba que alguien pudiera tener un nombre tan perfecto, con tanta unidad, tan “redondo”. Y recuerdo preguntarle a mi madre, extrañada. “¿Por qué se llama así?, ¿Por qué no hay Borjas en San Mateo (pueblito del centro de Gran Canaria, unos 5.000 habitantes por aquel entonces)?” Mi madre se encogía de hombros mientras yo le ponía cara y voz a mi nuevo amigo idealizado.
El otro día lo comentaba con Jose, el argentino de las ideas ocurrentes con quien se puede hablar de todo, y se apresuró a contestar, sonriente por un ron de más: “¡Cuidado, Sarita, que creo que no hace falta que te recuerde por qué letra empieza mi nombre!”
¡He resuelto otro enigma!: en realidad, no son los chicos los que tienen tirón, sino su nombre. ¡Qué sencillo! Ya no necesito hablar con las chicas del 4 de enero para que me asesoren. ;-)
Y a ti, ¿te pasa algo parecido? ¿Te has fijado en las coincidencias? ¿Se parecen en algo los nombres de tus ex?
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