Últimamente, no pasa un día sin que oiga: “¿Y tú, para cuándo?”. Sé que me lo dicen con buena intención, a veces porque no tienen otra cosa que preguntar, un poco como hablar del tiempo en el ascensor o del fútbol en la pausa del café del lunes.
Otras veces te juntas con tus amigas y te das cuenta de que después de 3 horas hablando, poco sabes de ella y ella poco de ti, porque prácticamente sólo se habló “del tema”. A veces me entero de conciertos, de fiestas o de excursiones que quisiera hacer con algún amigo, pero el plan se ha vuelto complicado de realizar. Ahora sus prioridades han cambiado.
Tengo 31 y no conduzco un carrito, ni una bici con asiento infantil, ni estoy de baja de maternidad, ni tengo náuseas, ni uso ropa de premamá, ni voy a ver a los abuelos los fines de semana.
Nunca había pensado que esa sutil y casi imperceptible presión social / vital que una va sintiendo poco a poco fuera tan profunda. Cada semana, cada mes, cada año de esta treintena recién empezada, se hace más palpable. Aunque, en realidad, en mi vida todo es como siempre. Puedo hacer lo que me apetece sin necesidad de una reunión familiar, no tengo que ahorrar para la canguro, hago las cosas como las he hecho hasta ahora. Pero no puedo evitar sentir algo raro. Es ese sentimiento de “desfase vital” que ya sentí en cole por no usar un sujetador “de verdad”, por no hacer la comunión como los otros (por eso la acabé haciendo), por no tener pareja estable hasta después que los demás. Ellos ya “están en otra onda” de la que yo no tengo ni idea. Además, se trata de una esas cosas que pasan una vez en la vida en el momento en el tiene que ser y, cuando no las haces, pasó, se acabó, perdiste el tren.
Ante esta sutil situación cada una actúa de diferentes formas: pensando “¡Yo también quiero!”, calculando los días fértiles, aceptándolo y viviendo la vida loca, buscando desesperadamente al “padre perfecto” , haciendo de tía de los hijos de sus amigos o leyendo libros de maternidad. Claro que todo esto se lleva muy sigilosamente por dentro. Imagínense si no una conversación como esta: “¿Qué te pasa? ¿Tienes gripe?”, “No, sólo tengo algunos síntomas del “síndrome de treintañera-no-madre”. Nuevo estado psicológico de esos que se crean ahora tan a menudo, como el “síndrome afectivo estacional”, el “síndrome pre-menstrual” o el “síndrome postvacacional”.