Poco antes de que mi amiga francesa Karin iniciara un viaje alrededor del mundo, me contó que siempre había tenido el sueño de escribir una especie de libro-diario en el que pudiera ir escribiendo lo que le estaba pasando y lo que estaba aprendiendo para dejárselo a sus hijos cuando crecieran. Tal y como yo lo entendí, no se trataba de un mero diario de acontecimientos, sino de experiencias / consejos, y de cómo ella había actuado después y el aprendizaje que había obtenido de ellas.
La idea me gustó: ¡Qué increíble hubiera podido ser tener una serie de relatos de mi madre con los pensamientos que la acompañaban en cada momento y con cómo ella reaccionó! Aunque aún estoy a tiempo de preguntar directamente, creo que los recuerdos sufren un proceso de evolución y se trastocan con el paso del tiempo y nuestra perspectiva actual. Por eso Karin quería cogerlos al vuelo, in situ, y escribirlos, para que no se le escaparan.
Eso fue hace más de 2 años, pero pienso a menudo en ese comentario. No tengo hijos, no sé si los tendré, pero sí tengo experiencias que compartir, y muchas! ;-) Y como a veces los hijos nos vamos pronto de casa y tiramos por sitios y con gente que pueden estar lejos, a veces pienso que me encantaría que supieran por qué hice lo que hice o actué como actué en algunos momentos.
Podría ser genial conocer cómo era tu madre a los 17, 25 ó 32, cuando tenía tu edad, cuando se preguntaba lo mismo que tú, ¿no crees? Aunque sólo sea por curiosidad... Pues creo que luego los hijos, aunque tengamos a los padres muy a mano, a veces no nos atrevemos a preguntar...
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