Donnerstag, 1. Juli 2010

Revivir años

Últimamente observo un fenómeno curioso: algunos amigos empiezan a salir con chicas más jóvenes, a recuperar aficiones “de antes”, a llamar a los amigos de los viejos tiempos. Es como si en algún momento te miraras un poco más detenidamente y te preguntaras: ¿Dónde estoy y a dónde voy? Y la solución pase por “revivir años”.
Me decía un amigo no hace mucho, después de una separación: “Sí, la nueva tiene 10 años menos, pero es muy madura”. La chica anterior tenía su misma edad, empezaba a preguntar por los hijos, tenía ganas de hacer otras cosas que ver los fines de semana a los amigos y salir a dar tomar unas copas. Si calculamos que la nueva tiene 21, a mi amigo aún le quedan 10 años hasta que la nueva se ponga “realmente pesada” con eso de los hijos, así que él tendrá tiempo de hacerse el remolón, dejar que el pensamiento le pase por la cabeza, dejarlo ir otra vez y esperar a que le llegue la inspiración divina: total, ella por ahora no va a preguntar, primero tiene que terminar la carrera y esas cosas.
Lo mismo ocurre cuando algún compañero de trabajo se empeña en salir con los estudiantes. Aquí las barreras son siempre más sutiles (yo me incluyo en el bote), no seré yo la que decida cuándo llaman la atención estas fiestitas entre profes y alumnos y cuándo no. ¿Cuando la diferencia es de 25, 30 ó de 35 años?
De pronto, un día te das cuenta de que los años no vuelven, de que cada día es un día menos, y de que la etapa esa de la primera juventud ya pasó, y tú no estás en ella. En realidad, es la profunda e inconsciente confrontación con la muerte lo que nos hace a muchos buscar en el pasado para, con la madurez y el conocimiento actuales, revivir los años y las experiencias. Pero, ni por tener una novia más joven, ni por salir de marcha con los estudiantes, ni por darle pataditas al balón con los colegas por las tardes conseguiremos retrasar la inevitable levedad y brevedad del tiempo.
En realidad, si la muerte no existiera, ¡habría que inventarla! La eternidad vital es aburridísima: no habría que tomar decisiones, no existiría esa perceptible “presión temporal”, no subiría el ritmo de nuestra banda sonora particular. Inconscientes de lo valioso de nuestro tiempo, viviríamos cada día sin prestarle apenas atención.
Por eso son los 30, los 40, los 50, los que nos ayudan a reaccionar a tiempo y, sin tener que revivir los años, no olvidar que, al final, lo que cuenta no es lo que hicimos mal, sino lo que ni siquiera llegamos a hacer.
¡A vivir, que sólo son 2 días!

1 Kommentar:

  1. Una vez más, leo tu post y alucino.
    ¿Cómo puede una hija ser tan sabia, escribir tan bien, expresar con tanta lucidez, y la mismo tiempo, ligereza, temas tan complejos?
    Creo que también tiene que ver con la edad, en este caso, con la mía, los 50. Nos seguimos sintiendo tan jóvenes, con tantas preguntas abiertas... que ver que la generación siguiente es ya tan mayor, tan completa...
    Pues sí, ¡A vivir, que son dos días!. Y que cada cual dé a ese "vivir" EL SIGNIFICADO QUE QUIERA.

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