“Pero dime, ¿qué es lo mejor? ¿Tú crees que lo estamos haciendo bien, que vamos por el buen camino?”, me preguntó Noelia, mi buena compañera de piso, en una de nuestras tertulias de sobremesa que se alargan hasta la casi la cena.
Se refería al hecho de vivir juntas y llevar nuestra vida así, a nuestra manera. Ella viene de una familia un poco tradicional y “bien”, aunque siempre se sintió la chica rebelde de la casa. Su hermano, más joven, hace tiempo que está ya comprometido, ella no. Trabaja hasta las 22:00 casi todos los días de la semana, libra los sábados a partir de las 18:00, vive en el centro, le gusta la ropa de moda y salir a tomar algo el sábado después del trabajo. Los chicos morenos y con acento del Sur la han vuelto loca ya varias veces, tantas, que está un poco escarmentada. “¿Encontraré a alguien para mí?”, me pregunta esta belleza rubia de ojos azules que a veces impacta por su perfección. Además, es dulce, tranquila, estable, trabajadora, familiar. Para mis adentros le respondo: “¡Pero claro, cómo no, si eres de lo mejor!”. Pero ya he aprendido que en estas cosas del corazón prefiero alentar, pero seguridades no puedo dar.
Ayer me tuve que reír en Skype. Alba me contaba sus aventuras y desventuras en la búsqueda de piso en Inglaterra. Las opciones eran estas:
-o con Lucía, en un apartamento minúsculo para una, pero diciendo que son novias y que por eso tenían que vivir juntas (“¿Tuvieron que demostrarlo de alguna manera?”, le pregunté),
-o con el chico italiano, su novia, el gato y la mejor amiga rusa de la novia del italiano (vamos, que sólo faltaba a la nonna que les hiciera la pasta al dente),
-o con una pareja de novios vasca que conoció en un bar, los 3,
-o con el guapo de Luca, que conoció en el Feisbuk, pero que debe de ser tan guapo, tan guapo, que ni siquiera se puede vivir con él.
Alba es otra de estas jóvenes y sobradamente preparadas que decidió sumarse a la fuga de cerebros españoles y prueba suerte donde sea y con quien sea. A ella esto de la edad le parecen pamplinas, ¡lo importante es tener un cuartito donde vivir y poder escribir!. Ella también me decía: “¿Cómo me ves? ¿Estoy haciéndolo bien?”
Me lo preguntan a mí, porque saben que me como el coco intentando dar respuesta a las preguntas existenciales que me hacen mis amigos y que me hago yo misma. Porque, digo yo, alguna respuesta tiene que haber, ¿no?
Pero, ¡claro que lo estamos haciendo bien!. En estas cuestiones vitales no hay ni un bien, ni un aprobado, ni un mal. Es tu camino, y si eres feliz en él, ¡pues ya está!
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