“Mamá, ¡es que yo quiero ser normal y tener una familia normal!”, le decía hace ya más de 25 años a mi madre, cuando me daba cuenta de que nuestra familia patchwork no encajaba en los modelos “estándard” de mi pueblo de Tenerife. Mi madre entendía lo que quería decir, pero me decía algo así: “Pero, hija, ¿dónde están los criterios para establecer qué es una familia “normal”, una persona “normal” o una vida “normal”?”.
Y para terminar con el tema de las relaciones (por ahora, porque esto da muuuucho de sí), un post acerca de la “normalidad” emocional, sexual, en las relaciones, como quieras llamarlo.
En los últimos meses, en alguna de mis quedadas de café -de esas que cogen tinte terapéutico- o en alguna sesión de chat, se me ha acercado algún amigo a contarme, echo polvillo, en qué lío amoroso se había metido (yo le contaba también alguno de los míos, que no me quedo atrás... ;-) ). Algunas historias eran más surreales que otras, tengo que admitirlo, pero todos me dejaban pensando: mis amigos estaban un poco liados, sin saber cómo actuar o cómo calificar lo que les estaba pasando.
En un intento por obtener una visión de conjunto llegué a la conclusión de que “Jeder Jeck ist anders!”, en kölsch, o de que “toos somo diferenteh”, en canario. Y que si no somos iguales, ¿cómo va a serlo nuestra forma de amar?
Así que estas semanas, tus historias, las de tu mejor amigo, mezcladas con las mías y con las de los chicos de mi barrio, me han llevado a la afirmación de que, “para gustos, colores”, y que ya vale de juicios y de acertijos del tipo: “Y esto, ¿será normal?”, “Y ella, ¿será lesbiana?”, “¿Se estará acostando con dos al mismo tiempo?”, “¿No es ella muy mayor para él?”.
Dejemos a cada uno vivir lo mejor que pueda con sus pulsiones internas. ¡Tú también tienes las tuyas!. No sabemos cómo se ven las cosas desde los zapatos del otro. Así podremos encontrar un equilibrio en la convivencia dentro de este caos de sentimientos: respetando sin juzgar.
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