Ayer
leí una palabra en alemán que me pareció bonita y muy
ejemplificadora: “Winterblues”.
Al principio no sabía cómo identificarla, si como “invierno +
azul” o como “el blues del invierno”. Y al final decidí
quedarme con “el blues del invierno”, porque, por estos lares, el invierno, de
azul tiene poco, y de blanco más bien mucho...
Tal
estado de Winterblues
consiste en no tener ganas de salir, andar cogeladillo por la casa,
tener falta de energía para las actividades cotidianas, ligero
moqueo continuo y bajada del biorritmo general. Al leer el artículo
me sentí identificada. Pero,
pensándolo mejor, también pude asociarlo a algo más profundo que
una sola situación físico – emocional – estacional: es debido a
una falta de sueños, o a una necesidad de renovar los viejos.
Siempre he sido de las
que se levantan de la cama con fuerza y con ganas. De alguna manera,
el día me llama, me encanta terminar tareas y avanzar pasito a
pasito en aquello que quiero o deseo. Creo que de niña, adolescente
y veinteañera, sentía que era mucho lo que me quedaba por descubrir
y las ansias de salir al mundo a jugar, ir al instituto o a la
universidad eran mayores que los Winterblues
que, por suerte, no me tocó vivir hasta que me cambié de país ;-).
Este
es un fenómeno que observo a menudo, da igual la edad de las
personas en cuestión. Es una cierta apatía, una aceptación –
resignación de cómo son las cosas, de lo que tienen, mezclado con
una falta de objetivos a corto, medio y largo plazo. Son personas a
las que les preguntas: “¿Qué
planes tienes para las vacaciones? ¿Qué te apetece hacer este fin
de semana? ¿Qué quieres cenar hoy? ¿Qué pantalones te gustan
más?”.Y
no pueden encontrar una respuesta. Esto es algo que yo nunca he
podido entender: ¿Cómo no va a
saber alguien qué té prefiere o qué quiere hacer? ¿Cómo es
posible no tener ninguna idea de nada?. Ante
una respuesta así se producían en mí todo tipo de sentimientos
encontrados: incomprensión, tristeza, rabia, desazón e
incredulidad.
Imagínense
la sorpresa cuando noto este invierno, que... por desgracia... ¡me
está pasando lo mismo a mí!. Como
no puedo quedarme sin respuesta a mis preguntas, enseguida me pongo
en acción: ¿Qué
me está pasando? ¿Por qué?
Entonces
recordé las palabras del padre de mi padrastro (¿Abuelastro?
No
me gusta mucho...): “Yo
para seguir con vida (murió a los 91) tengo que buscarme objetivos a
corto plazo (ir a buscar moras al bosque esta tarde), a medio plazo
(venir a verlos a Tenerife el próximo verano) y a largo plazo
(terminar de escribir el libro que tengo en mente). Si no lo hiciera,
no podría seguir con vida. Necesito buscar cosas que me den ilusión
para el día a día”.
El Winterblues sólo puede sentirse si
hay algo más grande detrás que le da cobijo. Así que me he puesto
manos a la obra en la renovación de mis sueños: iré por la tardes
dando un paseo a comprar avituallamiento a Aldi, volaré próximamente
a Tenerife y voy a seguir con la tesis. Si al gran abuelo le sirvió,
funcionará también conmigo, digo yo...