Samstag, 26. Dezember 2009

Nombres sexy

Hace unos días llegué pronto al gimnasio y me dio por mirar el programa de cursos para el día. Justo al lado están las fotos y los nombres de los entrenadores, y curioseé con la idea saber un poco más sobre los que llevo viendo 5 años rondando por allí. Entre otros me fijé en Julian, el musculoso de acuaerobic que tiene a sus más de 35 seguidoras envelesadas mirándole desde el agua y soñando con tener el equivalente a su cuerpo en femenino. Cada vez que veo la estampa desde el otro lado de la piscina no puedo evitar sonreír para mis adentros, pues a mí no me vende la moto: hace falta algo proteínico y no sólo ballet señorial acuático para tener cada centímetro del cuerpo así de desarrollado ;-)

Al grano: el caso es que de pronto supe que el que alimenta los deseos de muchas se llama Julian. Sí, J-U-L-I-A-N. Suena precioso, ¿no crees? Para mí suena a algo pre púber, suena a angelito con alas, a monitor de aerobic majete. Y, de repente, de camino al probador, me vino la revelación de la vida a la cabeza: prácticamente todos mis amores reales -y muchos platónicos- tenían un nombre que empezaba con esa letra o que contenían el sonido /x/. Sí, ese que los estudiantes de español tienen trabado en la lengua, pues entre la /d3/ inglesa y alemana y las dos grafías (g y j) para el mismo sonido en español, no me canso de hacer gárgaras en clase: ¡JJJJJJJJJJJJJJ, chicos! (Sin mucho resultado, todo hay que decirlo).

Así que en los primeros largos en la piscina revisé en mi memoria si era cierto: los Jorges, Juanpe, Joaquín, Juanlu, Jose Carlos, el joven Alejandro, Julio, Jose María, John, Javi... ¿Y qué me dicen de Jordi o Jaume? Incluso el bueno de Achim, que para los novatos se pronuncia tal “ají” español: “Ajim”. En Alemania están, además, los Jens, Jan, Jörg, Jörn... No sé que tiene la jota, que suena como música sexy y celestial en mi subconsciente. Enseguida imagino a un hombre de metro ochenta, fuerte y con mandíbulas desarrolladas que tiene también algo de adolescente eterno. Hmmm...

Pero es que aún hay más: de niña los fines de semana me levantaba por las mañanas temprano y me envolvía en una manta en el suelo del salón, e iba leyendo con el dedito las líneas del primer libro de lectura de mi vida. Así descubrí a Borja. Como canaria, me fascinaba, me maravillaba que alguien pudiera tener un nombre tan perfecto, con tanta unidad, tan “redondo”. Y recuerdo preguntarle a mi madre, extrañada. “¿Por qué se llama así?, ¿Por qué no hay Borjas en San Mateo (pueblito del centro de Gran Canaria, unos 5.000 habitantes por aquel entonces)?” Mi madre se encogía de hombros mientras yo le ponía cara y voz a mi nuevo amigo idealizado.

El otro día lo comentaba con Jose, el argentino de las ideas ocurrentes con quien se puede hablar de todo, y se apresuró a contestar, sonriente por un ron de más: “¡Cuidado, Sarita, que creo que no hace falta que te recuerde por qué letra empieza mi nombre!”

¡He resuelto otro enigma!: en realidad, no son los chicos los que tienen tirón, sino su nombre. ¡Qué sencillo! Ya no necesito hablar con las chicas del 4 de enero para que me asesoren. ;-)

Y a ti, ¿te pasa algo parecido? ¿Te has fijado en las coincidencias? ¿Se parecen en algo los nombres de tus ex?

Freitag, 18. Dezember 2009

Der Traumprinz o el Príncipe Azul

Desde hace años un grupito de amigas y yo nos reunimos en Tenerife el 4 de enero para vernos, hacer balance del año y comentar en voz alta los deseos para el año que viene. Somos todas canarias pero vivimos lejos, y lo que empezó siendo un reencuentro de viejas montañeras en la isla vacacional se ha convertido en un ritual al estilo de “Sex and the City”, pero más real.

Y, para qué nos vamos a engañar, después de casi 24 horas juntas de cháchara muchas veces nos damos cuenta de que el 70... digamos el 80 % del tiempo estuvimos hablando de chicos, hombres, relaciones... Llámenlo como quieran.

Lo gracioso es que si estamos las 4, a veces intentamos recordar los nombres de los protagonistas de las aventuras del año anterior de las otras, con lo cual acabamos buscando apodos: “el italiano”, "el pianista”, “el argentino”, “el místico”, “el alemán”. Resulta gracioso saber la forma que ese personaje se había ido creando a lo largo del año en las mentes de las otras, y al comentarlo siempre llegamos a la conclusión de que “bien está lo que bien acaba”. También se oye a menudo eso de: “Ese no era bueno para ti, te daba muchos quebraderos de cabeza” o “sólo era un lío del Erasmus”, “no vale la pena estar con chulos”, “ya aparecerá el que está para ti”, “sí, claro, te daba tranquilidad y estabilidad, pero te sentías apagada y triste” y tantos otros.

El caso es que ya he perdido la cuenta de los 4 de Enero que hemos celebrado esta singular tertulia, pero la conclusión es casi siempre la misma: “algún día llegará la persona que está para ti”. Las que en ese momento tenemos pareja también comentamos nuestras cosas, los asuntillos de la rutina, de la “vida conyugal”. A veces me asombra sentir un regusto casi imperceptible de desilusión en las palabras de todas. ¿No será porque tenemos estándares muy altos? ¿No será porque hemos crecido con una idea equivocada del hombre ideal? ¿Por qué tendemos a minusvalorar, al cabo de algunos años de relación, al que se levanta con nosotras cada mañana? ¿En qué momento empezamos a suspirar por el “verdadero príncipe azul”? ¿Les ocurre a todas?

Digamos que si mezclamos un poquito de Mac Gyver, la Bestia, Tarzán, Mike del coche Fantástico, Miguel Induráin o M.A. del equipo A y lo aderezamos con la voz Alejandro Sanz, nos daremos cuenta de que, efectivamente, el héroe de los '80 es, hoy por hoy, difícil de encontrar.

Freitag, 11. Dezember 2009

Ya no importa

El otro día me preguntó una ex alumna que si me había sentido mal o si había sentido algo especial al cumplir 30. “¿Cómo fue?”, me preguntó con sus ojos chispeantes. “¿Hiciste algo especial?”. Me quedé pensando. En realidad, no fueron los 30, no fue ese día, no fue un momento concreto. Creo que, como en todo, los cambios se van fraguando, se van viendo venir, se “huelen”, hasta que un buen día, ¡zas!, están ante ti. Y forman parte de ti.

Una vez me dijo mi madre algo bonito, algo que había observado en sus hijas y en los niños del colegio, (que después de 30 años de servicio son más de unos pocos). Parece que antes de echar andar estamos, para desesperación de algunos padres, medio perdiendo el tiempo, jugando, haciendo como si no fuéramos a dar el primer paso, como si no nos decidiéramos. Y un día, de buenas a primeras, nos sentimos preparados, nos ponemos de pie y empezamos solos a dar pasitos, cuando nuestras madres hubieran pensado que podría haber sido antes. De alguna manera, fue en el momento preciso y en el lugar indicado.
Lo mismo ocurre en la pubertad, cuando parece que todos a tu alrededor ya han cambiado la voz, tienen pelitos en ciertas partes o usan sujetador y en tu cuerpo parece que no pasa nada. A la vuelta de unas vacaciones de verano, el vecino de pupitre es un joven larguirucho que ya no juega a la cogida en el descanso y a los demás nos parece que todo hubiera pasado de la noche a la mañana.
Pero no. Esos pequeños cambios se van fraguando poco a poco, cada día, con cada hormona, con cada pequeña experiencia, con cada vaso de leche que nos hará crecer un poquito más.
Esta vez sentí que a mí me había pasado lo mismo. De los 27 a los 29 puse a prueba todos los pilares de mi vida, aunque yo creía que eran ellos los que lo hacían solos. Y en ese proceso que me pareció interminable y en el que tenía la sensación de ser Mortadelo con dos interrogantes como patas, poco a poco los problemas se hicieron menores, los conflictos se difuminaron, las preguntas ya no me asaltaban, las piezas encajaban.

Ahora, muy poco tiempo después, me veo en situaciones que hace un año hubieran sido un problema y respiro aliviada: he comprendido algunas cosas de cómo funciona la siguiente etapa, me he reconciliado con algunos pasos que yo “suponía que todo el mundo tiene que dar alguna vez”, veo que hay cosas que no son tan malas y respiro tranquila, agradecida por el camino andado.

Sonntag, 6. Dezember 2009

“¡Estás estupenda!”

Recuerdo perfectamente aquel día de primavera. En Alemania empezaba a notarse la subida de temperaturas cuando en España seguro que hacía ya tiempo que calentaba el sol. Salía del dentista cirujano que me operaría en dos semanas: las muelas del juicio llevaban un tiempo dando la lata, había que sacarlas. En principio, nada fuera de lo normal. Pero recordé cuando de niña me iban saliendo y se me iban cayendo los otros dientes, los de leche, y de cuando oí hablar de las muelas del juicio. Eso lo tenían los mayores, y dolía mucho, eran unas muelas fuertes y resistentes que se tenían mucho más adentro. Eran “las del juicio”. Ahora me tocaba a mí, los de leche eran auténtica historia.

Como estaba por el centro, la tentación de H&M se hizo fuerte y entré. Era ese típico día en el que, alentada por las temperaturas, una se pregunta: “¿Y qué me pongo yo hoy? ¿Dónde estará la ropa de verano?” Entonces ves la tienda y entras. No sé si será culpa de la luz de nuestro baño, que te introduce en un increíble estado de tinieblas, o que hasta ahora no había querido darme cuenta, pero allí, entre esos espejos múltiples de los probadores de la marca sueca, tuve que pestañear varias veces para saber si ese pelo largo que me crecía justo por encima de las cejas era rubio o no. Con asombro descubrí, que no, que no lo era, (já!), sino que era blanco como los dientes aquellos de leche, y que no estaba solo, sino que eran un grupito. Salí a luz y los miré fijamente: sí, allí estaban, y sabía que se multiplicarían en los próximos años.

Sí, es verdad, son dos anécdotas sin mayor trascendencia, cosas por las que pasamos todos, pero algo de “ritual de entrada en la madurez” sí que tienen.

Eso fue hace unos 2 años. Desde entonces hasta ahora tengo unas cuantas cremas más que prometen resultados milagrosos, sé que la celulitis no es un mito, que a pesar de la inquietud vital que me caracteriza hay una larga serie de experiencias que ya he vivido, y ya menos cosas me hacen saltar de un brinco en busca de la próxima aventura.

Conclusión: a partir de ahora toca enfocar la estrategia de otra manera, no “desgastando” lo que se tiene, sino con un plan de ahorro a largo plazo, de mantenimiento sostenido, porque las cosas ya no se volverán más tersas, suaves y elásticas, sino lentamente más arrugadillas y canosas.

Montag, 30. November 2009

¿Tomamos un café?

De pequeña, cuando mi padre se paraba a media mañana para tomar un café o mi madre o mi abuela quedaban para desayunar con las compañeras en la cafetería de al lado del curro, no lo podía entender. Habían desayunado ya en casa, ¿por qué volver a hacerlo?

Luego oía siempre eso de “Veniros a tomaros el café a casa el domingo” o “vamos a casa de la abuela, a hacer la meriendilla”. Los mayores se sentaban en la mesa, con sus tacitas, tomaban ese mejunge negro retinto, oloroso y amargo a más no poder, le daban vueltas con su cucharilla y empezaban a hablar de cosas que me parecían super aburridas. (Para mí lo mejor era echar mano a escondidas de la leche condensada, acción por la que más de una vez me quemé los deditos al acercarlos demasiado a la cafetera).

Con lo años entendí que todo eso era parte de un ritual, pero me seguía pareciendo un tostón. Siempre lo mismo, el mismo café, o la misma infusión de hierbitas, alguna galleta seca y conversaciones sobre temas políticos o asuntos que ni me iban ni me venían. Muchas veces me sentía observada, no sabía qué podía decir, me iba a leer a otra parte o me buscaba una excusa para levantarme de la mesa.

En los últimos años ha ocurrido algo impensable: me encanta quedar con amigas a tomar un té. En Alemania los bares son diferentes, las cafeterías son más cómodas y agradables, gemütlich, la variedad de tés es mucho mayor y la necesidad de encontrar unos oídos y un corazón empáticos y femeninos me llevan a ansiar los momentos de la semana en los que quedaré con alguna amiga para tomar un café. Es la pausa del día o de la semana para explayarme con gusto, para hablar español, para escuchar los pensamientos de la otra y para reflexionar juntas sobre esto o aquello, sobre los nuevos desafíos de la maternidad, el nuevo trabajo o la vida en casa con la pareja.

Ni que decir tiene, que después de eso me siento como recién salida de la sauna: limpia, renovada, con nuevas energías y contenta por constatar que los rituales, si lo son aún después de muchos años, por algo será.

Con la barriguita caliente y el corazón más tranquilo, espero hasta el siguiente café o entrada del blog.

Freitag, 20. November 2009

Babyshow

Siguiendo con los posts anteriores y hechas las paces con los sueños persecutorios, me dedico ahora a coleccionar fotos de recién nacidos. Cada semana, cuando abro el correo, descubro algún email del tipo: “Menganita, nació ayer, con 50 cm y 3,600 kg. Mirad, qué preciosa”. “Juanito, nos sorprendió de noche, 4kg y 50 cm. Su madre y yo estamos muy contentos”. Seguidos de fotos con bebés de ojitos cerrados y piel sonrosada sostenidos por unas manos amorosas de madre.

Después, al cabo de unos meses, me llega la siguiente invitación: “Te invitamos a un babyshow con brunch el domingo tal y cual. La recién estrenada familia se alegra de verte y compartir contigo los primeros momentos de Juanita y/o Menganito”. Lo siento, soy una antigua católica apostólica, pero en mi tierra se invitaba al bautizo, ¿no?

Anonadada por la colección de nombres y de pesos que tengo que aprenderme, me pregunto cómo acabará todo esto.

Imagino -pues aún no lo soy- que la aventura de ser padre tiene que ser algo único, difícil de describir hasta que uno no pasa por ello. Cada vez más me siento parte de otra clase social, de otro grupo. Entre los amigos, están los que se acuestan derrotados a las 10 después del ritual de ducha, bibe y cuento y no sabes a qué hora será mejor llamarlos y los otros, que andan aún a la búsqueda de algún compañero para tener los deseados bebés. Pero a veces me pregunto: ¿Qué pasa con aquellos que están solteros y no los tienen? ¿Qué pasa con los que llevan muchos años en pareja y tampoco los tienen? ¿Qué pasa con aquellos que quieren uno y no pueden? ¿Qué pasa con aquellos que ya nunca los tendrán? ¿Cómo se siente uno cuando, ya después de unos meses, vas a casa de los amigos el domingo, llega Menganita te coge con su manita del dedito y te dice: “¿Ta?, ¿Mamá?”

Llegamos por fin a Ikea. Al lado han abierto una nueva nave industrial. Se llama “Babywelt” o “Babyworld”. Quizás encuentre aquí el regalito para el Babyshow de Juanito.

Espermatozoide asesino

El jueves pasado creí que veía visiones: por el pasillo de la facultad descubrí que una alumna menuda y delgadita del semestre pasado de repente tenía una barriguita considerable. Me extrañó, pero seguí camino del comedor, donde me encontraría con Ana. Está embarazada de 4 meses, está bien, quería saber cómo le iba. Cómo no, las conversaciones giran en estos casos en torno a hospitales, síntomas, ecografías y nombres para bebé. Hacía 2 días que una amiga común había tenido a su hija prematuramente, ya perdí la cuenta del lugar que ocupa la chiquilla entre los niños de los amigos. En un año hemos pasado de 1 a ¿12? ¿20?

Unas horas más tarde, haciendo recados cerca de la hospital universitario, se me ocurrió tomar un té con un amigo en una cafetería acogedora, de esas que ponen tartas alemanas y tés sabrosos. En la mesa de al lado decubrí a 5 hermosotas gestantes en su último mes que hablaban acaloradas sobre la gimnasia pre-parto. Orgullosas, miraban su Mutterpass, el “pasaporte de madres” alemán, que recoge todos los datos, medidas, tamaños, pesos, frecuencias cardíacas y azúcar en sangre durante los meses del embarazo.
Yo en su época tuve el de notas, con el PA (Progresa Adecuadamente) y NM (Necesita Mejorar) decorado con cruces si se destacaba especialmente o con signos de menos si se iba más bien flojillo, pero viendo el orgullo con el que estas se lo pasaban unas a otras, te daba que pensar...

¡No me lo podía creer! Me perseguían, me buscaban, ¡me querían meter en su club!

Por la noche, en sueños, -es que fue así, lo aseguro- persigo a una lesbiana, la acabo destrozando con un extintor y, al terminar, salgo a la calle y descubro que todas, todas las mujeres, están embarazadas, me miran con cara de lástima y me dicen: “No sabes lo que te pierdes, chica”.

Se acabó. Voy a denunciar un caso de mobbing en la vía pública.

Samstag, 14. November 2009

Maternal

No sé cuándo fue la primera vez que lo sentí, pero estoy segura de que fue con alguno de mis estudiantes. Venían al final de la clase, se acercaban a la tarima esa que tienen las aulas antiguas de la universidad de Colonia, me acompañaban a veces al despacho y me contaban que si tal examen era difícil, que si no sabían si habían escogido bien la carrera, que no sabían cómo podían mejorar en español.

Años antes había escuchado a mis primos, que en algún arranque de sinceridad veraniega o de intimidad adolescente, me contaban cosas del instituto, de sus padres, de las chicas o de cómo se sentían frente a un grupo, a oscuras en su habitación antes de sucumbir al sueño.

Entonces me paraba a pensar en cómo me sentí yo unos años antes en idénticas condiciones, y llegaba a sufrir con ellos. Me era muy fácil ponerme en su lugar, sentir ese “no-saber-cómo-o-por-dónde-tirar”, esa sensación que se tiene de adolescente o de joven de vivir muchas cosas por primera vez.

De esa forma se fue desatando un cierto espíritu maternal, que al principio era casi imperceptible, pero que ahora, pasados los años, se instala cada vez más. Antes jugaba a las casitas con los primos, ahora trato con estudiantes y un novio de verdad. :-)

Y yo me pregunto: ¿Dé dónde vendrá eso? ¿Les pasa a todas las mujeres sólo por el hecho de serlo? ¿Son las hormonas? ¿Empieza a una determinada edad?

A veces me sorprendo formulando la típica pregunta de “¿Qué te apetece mañana para comer?”, como lo hacía mi madre por las noches, justo antes de sacar el objetivo de nuestros deseos del congelador, o recetando vitamina C y sopita caliente a amigas y compañeros de natación. También ando por la casa repitiendo la frase de “Pónte algo, que hoy hace más frío”, “¡¿Cómo puedes andar descalzo por la casa?!”. Y toda esa retahíla de cosas que me decía mi abuela, y luego mi madre y ahora yo.

Aunque sea por tradición, está guay hacerlas. Seguiré jugando a las casitas, por eso mañana tocan lentejas, que ya he puesto a remojar...

Dienstag, 10. November 2009

“¿Qué me pongo mañana?”

Era la pregunta que me hacía mi hermana, -o yo a ella- cada noche desde el borde de la cama. En la época del instituto era importante escoger bien, para que nadie te dijera ningún comentario desafortunado al día siguiente, quién sabe quién andaría en el recreo por la cafetería... Lo mejor era que se notara que usabas sujetador “de los de verdad” y aparentar un poco más, un poco más de 14 ó 15, que era lo que teníamos. Así que muchas veces pasábamos a escondidas al cuarto de mi madre y cogíamos algo guay, algo que nos hiciera mayores.

En la Uni ya no vivía con mi hermana, pero le hacía a mi abuela la misma pregunta. En realidad, en Las Palmas el clima no dabe pie a muchas diferencias: camiseta y vaqueros, suéter o rebeca. Si eres menuda y con cara de no haber roto muchos platos, te interesa ir “bien”. El fin de semana, un poco de rimel y sombra de ojos, en esa época ya me gustaban mayores, mejor aparentar un poco más.

Entre semana, algo “guay”, el fin de semana, algo que te hiciera mayor.

Ahora, unos añitos después, sigo haciendo la misma pregunta: “¿Mañana qué me pongo?”. Pero ahora entran más factores en juego: temperatura, lluvia, tiempo que paso en la bici, horas de estar de pie, reuniones, entrevistas. Así que intento parecer seria delante de los estudiantes y los jefes, mientras sueño con llegar a casa y quitarme los tacones.

Entre semana, a planchar blusas. El fin de semana, a por los All Star, los antiguos pendientes de mejores épocas hippies y algún foulard chillón de esos que ahora llevan todas.

Laborables: fingir seriedad y madurez ;-). Fines de semana: intentar volver a ser estudiante

Sonntag, 1. November 2009

Multiculti I

Subo al tren camino del trabajo. Suena Jorge Drexler en el Ipod, y no paro de pensar en un tema que me ronda desde hace unos años y que se hace cada vez más visible en mi vida cotidiana. Quizás no se puede restringir a los 20 ó los 30, pero en mi caso ha coincidido con esa década.

Seguro que vendrán más posts sobre la interculturalidad en alguna de sus variadas facetas, pero con este quería comenzar la serie.

Desde mi infancia canaria la vida tenía otra perspectiva, quizás acentuada por el factor isleño de nuestra personalidad, incrementado con la hora de menos -en comparación con la mayoría europea- en la que transcurren nuestros quehaceres cotidianos, o quizás son los varios miles de kilómetros que nos separan del continente. En principio, a pesar de la cercanía a África, de pequeña me sentía un poco en una burbujita, en un ecosistema que tenía ritmo propio.

Al llegar a Alemania (donde vivo desde hace 5 años y pico) y compartir los primeros meses de clase de alemán con azerbaiyanos, rusos, turcos, iraníes, egipcios, polacos, coreanos, griegos y etiopíes, empecé a notar que por estos lares había algo más que alemanes. Y aquello me flipaba. Cada vez que tocaba hacer un ejercicio en el que se hablaba de nuestra familia o la comida de nuestro país para utilizar los recién aprendidos tiempos verbales, me daba cuenta de lo diferentes que eran nuestras procedencias y nuestras culturas. (¿Qué cara tiene un egipcio? ¿Sabes cómo tienen los ojos los kazajos?). Ahora estábamos allí, todos juntos, en una clase, cada uno con una historia, con un pasado, con unos motivos que le hacían intentar comprender qué coño es eso del “dativo” o los “trennbaren verben” al tiempo que intentábamos aclimatar nuestras tostadas pieles a las nuevas temperaturas.

Hoy esa fase ha pasado, pero vivo la siguiente. Cada día, en la parada de tren perdida donde está la facultad en la que trabajo, somos 1 alemán, 2 africanos y yo a oscuras esperando el tren. En clase tengo a Christos de Grecia, Andreas de Kazakstán, Stuart de Kenia, Fabian de Francia, Nicole de Bélgica y Felix de Indonesia, mezclados con algunos alemanes hijos de holandeses, rusos o italianos. Yo soy canaria y nos une el interés por el español. Al salir del tren me cruzo con la hindú con sari y abrigo o con la familia chilena que espera en la vía.

Somos casi un 20 % de extranjeros que viven, piensan y sienten en Colonia.

“Disneylandia” de Jorge Drexler suena en el Ipod.

http://www.youtube.com/watch?v=VBSA8d9IDeY

Disneylandia

Hijo de inmigrantes rusos casado en Argentina con una pintora judía, se casa por segunda vez con una princesa africana en Méjico. 
Música hindú contrabandeada por gitanos polacos se vuelve un éxito en el interior de Bolivia. 
Cebras africanas y canguros australianos en el zoológico de Londres. 
Momias egipcias y artefactos incas en el Museo de Nueva York. 
Linternas japonesas y chicles americanos en los bazares coreanos de San Pablo. 
Imágenes de un volcán en Filipinas salen en la red de televisión de Mozambique. 
 
Armenios naturalizados en Chile buscan a sus familiares en Etiopía. 
Casas prefabricadas canadienses hechas con madera colombiana. 
Multinacionales japonesas instalan empresas en HongKong y producen con materia prima brasilera para competir en el mercado americano. 
Literatura griega adaptada para niños chinos de la Comunidad Europea. 
Relojes suizos falsificados en Paraguay vendidos por camellos en el barrio mejicano de Los Ángeles. 
Turista francesa fotografiada semidesnuda con su novio árabe en el barrio de Chueca. 
 
Pilas americanas alimentan electrodomésticos ingleses en Nueva Guinea. 
Gasolina árabe alimenta automóviles americanos en África del Sur. 
Pizza italiana alimenta italianos en Italia. 
Niños iraquíes huídos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia.

Freitag, 30. Oktober 2009

Multiplicidad de opciones + optimización

Esta entrada va dedicada a todos esos amigos “filósofos” que tengo. En las conversaciones mantenidas con ellos a lo largo de los años salían temas que nos preocupaban en aquel momento, y de las respuestas que nos dábamos han salido, en muchos casos, importantes pilares en los que hoy baso mi vida. El título del blog de hoy podría ser en realidad “Descubre el filósofo que hay en ti”. :-)

Decía hace unos cuantos años mi buen amigo Yarci, con quien compartí algunas noches de acampada en algún bosque canario, que el problema de la juventud de hoy es la “multiplicidad de opciones”. Antes, la gente crecía en un pueblo, se casaba con quien estuviera disponible, tuviera una edad adecuada y una situación socioeconómica aceptable, trabajaba en el oficio de la familia, tenía hijos, se hacía o compraba una casa, vivía y moría algún día.

Hoy, la cantidad de input que recibimos diariamente es tan brutal, que es difícil no perderse. Hagamos un repaso: ahora decidimos a qué colegio ir, para elegir estudios te compras esos 3 tomos gordos con las descripciones actualizadas de cada carrera. Sales del pueblo, vas a la universidad a otra ciudad, vas al gimnasio, e intentas escoger entre “Body pump”, “Taebo”, “Power workout”, “Stretching” (¿¿Quién me puede explicar la diferencia??), conoces mucha gente nueva, el Erasmus en el extranjero (dejas a la novia que tenías de antes porque, claro, con tooooda la gente que vas a conocer, ¿quién sabe?), vuelves y como quedarse quieto es aburrido y no es “bueno pal curriculum”, pues te vas de Séneca o de Leonardo a otro sitio (más gente, más contactos, más idiomas). Luego empieza la búsqueda laboral, y “se fue a EEUU, porque para investigar en ciencias hay que salir alguna vez de Europa”. Por poner un ejemplo.

Yarci tenía en 1999 razón: es la era de la multiplicidad de opciones.
Así estábamos los dos de indecisos, ¡porque en realidad lo queríamos todo! ;-)

Hace menos años me reencontré con Julio, otro antiguo amigo, “filósofo” y buscador de aventuras. Y me comentó que él tenía una fórmula. En realidad, en la vida se trataba de “Optimizar”. “Sí, sí, como el Windows 94, que después fue 98, después 2000 y ahora Vista”. “Son el mismo programa con algunas modificaciones que lo hacen más rápido, más eficiente, mejor”. (“¿Por qué le ha dado ahora por hablar de ordenadores?”).

Es decir, que cuando tienes una habitación en un piso compartido, cada año pones una foto nueva, quitas algo que no usas, pintas algo nuevo, la “optimizas” de alguna manera. Como con el curro: vas buscando hasta que encuentras un sitio donde te guste más lo que haces, que te quede más cerca de casa, donde te paguen un poco mejor, así, hasta ir llegando a la versión más depurada.

Dos teorías interesantes que se podrían resumir en: primero, a los 20, experimentar a tope dada la multiplicidad de opciones; después elegir cuáles de esas experiencias las queremos repetir, y por último, a partir de los 30 optimizarlas y mejorar poco a poco el producto final.

Montag, 26. Oktober 2009

Sorpresas de la vida

Escribo hoy, porque las ideas bullen en mi cabeza. Sufro un choque alucinógeno con la realidad. Creo que parte de este juego de hacerse “mayor” consiste en darse de cuenta de cuáles de todas aquellas ideas que uno tenía acerca de su futuro se harán realidad algún día, y cuáles son sólo una idea alocada que nunca podremos alcanzar.

Sí, de discernir entre lo posible y lo absurdo, entre lo alcanzable con esfuerzo o lo que está completamente fuera de nuestras posibilidades. Una vez, a poco de acabar la carrera, se me ocurrió escribir en un papel aquellas cosas que quería hacer antes de morir. Ya ven, veía acabar la carrera como pasar a mejor vida (já! ;-) ). Entre ellas (no se rían, todos tenemos estas u otras atolondradas o geniales ideas), estaban hacer un viaje en globo, correr una maratón -a lo que añadí “o media”, por si acaso me echaba atrás- ir a Asia, América y visitar Australia, dar clase en la universidad, vivir en un sitio que no fuera Canarias y escribir un libro. En realidad, mirándolo bien, planes guays.

Además, quería vivir en un sitio costero, en una casa con vistas al mar, tener una familia y montármelo un poco a lo hippy: vivir sin trabajar mucho, hacer dulces caseros y hacer deportes acuáticos con la piel perennemente tostada por el sol.

Hasta ahora seguro que muchos se dirán: “no está mal, yo también me lo podría imaginar”.

Miremos ahora, 10 años más tarde, qué ha pasado con todo aquello.

En principio, se me estropeó la brújula, pues acabé en el corazón de Europa y no en Brasil o en Nueva Zelanda. Del mar sólo siento una brisa fría que corre paralela al Rhin, por donde voy todos los días en bici. La piel tostada, es lo que veo en los anuncios, porque ni el invierno alemán, ni mis múltiples lunares son los idóneos para ello. Las cualidades pasteleras, las dejo para otra vida en la que la que haya firmado un pacto de paz con el gluten y la lactosa, y vida hippy, hippy, lo que se dice hippy...

Ahora bien: he trabajado en varias unis, he viajado bastante, corro carreras de máximo 16 kms y ahora escribo un blog y empiezo mi primera novela. En realidad, algo he hecho.

Pero hoy... hoy he tenido ese encuentro alucinógeno con la realidad del que hablaba, y he llegado a casa con la entrada del blog en la cabeza.

Mirémoslo así: vivo en el país de los cuadriculados que NO bailan, ni samba ni salsa, viviré los próximos 30 años de mi vida con una hipoteca como compañera fantasma, mi pareja es un físico-informático funcionario, el otoño se vuelve gris en Europa y en febrero empezaré en un instituto católico donde tendré que rezar en alemán al menos una vez a la semana...

¿Lo ven? Alucinantemente alucinógeno.

Decía un escritor de estos de autoayuda: “Cuando no se sabe a dónde se quiere llegar, se acaba llegando a un sitio totalmente diferente”.

Samstag, 24. Oktober 2009

JEPS: Jóvenes Exageradamente Preparados

Desde hace un tiempo un grupo de amigas mantenemos contacto casi semanal por email. Todas entre 27 y 32, con carrera y buenas notas, máster, experiencias laborales y en la eterna búsqueda de curro. Aún en casa con los padres, a pesar de haber tenido algunas escapadas en pisos compartidos que acabaron en la vuelta a casa, sobre todo por falta de trabajo.
Si en esa semana hay entrevistas, nos deseamos suerte. Las condiciones que nos ofrecen, más o menos parecidas: contratos de 6 meses a 1 año, entorno a los 1.000 € / mes, 40 h semanales, vacaciones no pagadas, finiquito y basta y a seguir buscando, pues nunca se sabe y 6 meses dan para poco.

O coger el toro por los cuernos y decidirse, de una vez por todas, por eso que se oye por todas partes “saca unas oposiciones, que así tienes algo seguro”. Algunas se revuelven en la silla sólo de pensarlo. Si estudias Psicología, porque soñabas con ser cooperante; si hiciste Medioambiente, porque te gustaría trabajar en un parque natural; si eres traductor, porque querías trabajar en la Unión Europea. El caso es que caminos hacia el funcionariado siempre se encuentran, pero... ¿No es una lástima? ¿Profes en el instituto que no lo quieren ser, licenciados que acaban en la administración pública porque no saben dónde colocarse?

Me decía un amigo alemán a la vuelta del Erasmus en España: “Es increíble. Cuando preguntas allá a la gente que qué hace, te dicen que están en paro o que preparan las oposiciones, o las dos cosas a la vez”.

Cuando pienso en mis compañeros de carrera, los plazos de entrega de los trabajos, los exámenes, las estancias en el extranjero, los idiomas... ¿Todo eso no sirvió para nada?

Como aquel famoso anuncio de Clio: JASP. Jóvenes, con ganas de trabajar y de aprender, llenos de energía y frescos después de la carrera, pero siempre buscando.

No sé qué generación somos, sólo sé que “vamos haciendo”. Cada mañana un CV, mirar los domingos en las páginas naranjas del periódico, revisar las suscripciones de búsqueda de curro en Internet y hacer cositas poco a poco, algún viajito, alguna cenita con los amigos.

Somos jóvenes y estamos exageradamente preparados.

Samstag, 17. Oktober 2009

La relatividad del tiempo y otros dichos

El otro día, después del té de varias horas con mi amiga Anna, llegué a la conclusión de que el tiempo es relativo, o de que al final había conseguido comprender la teoría esa de Einstein.

Me acuerdo del primer día que oí eso de que “se te está pasando el arroz”. Sé que ese es el mayor miedo de toda buena anfitriona, que además da pie a toda la publicidad de La cigala, Arroz brillante y demás marcas arroceras, pero me pareció triste la imagen que me vino a la mente: una chica que se va arrugando poco a poco, que se queda sosa y pastosa y ante la que todos los comensales dirán “sí, se te pasó un poco”, “la verdad es que está demasiado hecho”, “no pasa nada, se puede comer aún”. Pobre mujer, la de la cocina, y la que “está pasada”.

Además del arroz, que a todos nos gustaría servirlo a punto en la mesa, está el asunto del reloj. Parece ser que en algún momento uno / una empieza a oír el tic-tac de un reloj biológico. ¿¿Me podría decir alguien en dónde está ese reloj?? ¿Alguien lo oye? Si fuera un despertador sería más práctico, en realidad lo oiríamos todos mejor y no tendría que venir nadie a recordarnos que lo vamos a “empezar a oír pronto, porque todas las mujeres lo oyen”.

Claro que después siguen con los refranes (por cierto, ¿¿quién los inventó?? ¿no tienen fecha de caducidad? Porque hay algunos que huelen ya un poco a rancio...) y te dicen, “no te preocupes, mujer, hay que darle tiempo al tiempo”, que si no tienes a la persona, es “mejor estar sola que mal acompañada”. Ya la cagamos, me lié. Primero presión gastronómico-temporal y después compasión barata, idea de la relatividad y más dichos de la abuela.

Nada, me como el arroz pasado, me compro un despertador y, si no hay nadie que lo quiera compartir conmigo, me lo como sola, que parece que se está mejor. No, no. Mejor aún, compraré arroz, (del que nunca se pasa) haré una paella gigante, programaré el despertador al lado para que suene cuando esté a punto e invitaré a mucha gente. Quizás así encuentre al príncipe azul...

Y aquí aquí unas sabias palabras de mis queridos físicos alemanes:

Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.
Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) Profesor de física y científico alemán.

Sonntag, 11. Oktober 2009

¿Se siente algo diferente al cumplir treinta?

Cuando tenía 27, la gente que pasaba de los treinta me decía: “Ah!, que sólo tienes 27”. Ahora que ya escribo primero un 3 y luego otros números, ya pasé de categoría, ya soy “senior”, ya no soy tan joven, aunque los años que me separen de aquellos que hace unos años me decían que qué joven sean los mismos.

Hasta ahora nunca había oído a amigos hablar con nostalgia de los tiempos pasados. Es alrededor de los 30 y pico cuando empiezo a notar algo de desilusión en la voz de aquellos que comentan eso de “es que yo ya tengo 36”. Sigo curiosa y sin saber el por qué. Siempre había oído de la crisis de los 40, pero empiezo a plantearme seriamente que en la década anterior también se producen cambios que hacen reflexionar a la gente.

¿Qué es, entonces, lo que cambia? ¿Qué nos preocupa? A continuación hago un pequeño recuento de las causas más comúnmente argüidas por algunos:

“Ya no puedo beber tanto los fines de semana”.
“Los colegas tienen menos tiempo, están con las novias, ya no es como antes”.
“Mis amigas ya sólo hablan de niños y como yo no tengo, me quedo fuera de las conversaciones”.
“Estoy toda la semana arrastrando el cansancio y el estrés del trabajo, ya no tengo tanto tiempo para hacer otras cosas”.
“Ahora tengo una casa, un marido y un hijo y menos tiempo para mí misma”.
“Antes corría una hora sin enterarme, ahora empiezo a notar los años”.
“Chica, a partir de los 30 tienes que cuidarte la piel, que no es la de los 20”.
“Me aburren las conversaciones de los de 20 y pico. ¿Me estoy haciendo mayor?”.

Estos y muchos comentarios se empiezan a hacer cada vez más comunes entre los amigos. Es verdad que siempre nos gusta comentar y hablar del cambio de edad, a los 16 porque deseamos tener 18, a los 18 porque con 21 tenemos algunas posibilidades más, pero, ¿ocurre lo mismo a los 30? ¿Es sólo “vicio”, eso de hablar tanto de la edad que uno tiene?

Según la medicina antropomórfica y el trabajo biográfico, se trabaja con periodos de 7 años o septenios, pues la vida del hombre en la Tierra se desenvuelve en etapas de siete años. Al comienzo de cada período nuevo a las personas se les abren nuevas posibilidades que no eran posibles antes:

-Los 3 primeros septenios llegan hasta los 21: son los del desarrollo del cuerpo físico.
-Los siguientes 3 son de los 21 a los 42: son los del desarrollo del alma racional.
-Los siguientes 3, de los 42 a los 63: son los del desarrollo del espíritu.
-A partir de los 63: es el momento en el que deberíamos compartir con los otros lo que hemos aprendido hasta ahora.

Según esta teoría, los años de cambio, y alrededor de esos años, se producen pequeñas “crisis”, en las que incorporamos lo anterior y nos preparamos para la nueva etapa.

¿Qué crees tú? ¿Recuerdas algo especial que ocurriera alrededor de los 28-30 años? ¿Sientes que es lógico hablar de los 30 como una etapa diferente de la vida? ¿Tienes también alguna experiencia que compartir aquí?

Freitag, 9. Oktober 2009

Arranca el blog

Me despierto un tanto confundida: anoche la cena con los gays rusos duró más de lo esperado y fue soprendente por su desarrollo.
Primera toma de contacto en el blog. Próximamente intentaré crear aquí un diálogo sobre esas conversaciones que he tenido cada vez más a menudo con aquellos que van a cumplir 30 o con los que ya los tienen.
Siempre se ha hablado de la niñez, la adolescencia, los cambios que esas etapas conllevan, la crisis de los cuarenta, la jubilación... Pero nunca nadie me contó que los 30 es en realidad una década de grandes pasos y, a veces, de díficiles decisiones. Puedes casarte o incluso divorciarte, puedes luchar por tener un superpuesto en una empresa o liarte la manta a la cabeza e irte a la India, en busca de algo que "te llene más". O puedes dedicarte a cumplir el sueño de tu vida de fundar una gran familia, para darte cuenta al segundo mes de no dormir la noche entera, que quizás eso de "gran" se podría revisar.
Cada semana intentaré subir algún texto sobre alguno de esos temas que a todos nos han rondado la cabeza cuando se acercaba la cifra de un "3" seguido de otros números, y me encantará leer sus opiniones e ideas.
Por ahora, ¡buen fin de semana!