Montag, 30. August 2010

Carné de estudiante

El otro día quise hacerme, o más bien renovarme, el carnet de la biblioteca pública de Colonia. En España es a veces se crea un pequeño “vacío legal” entre la validez de la tarjeta de estudiante (que es como una tarjeta bancaria normal) y el momento de terminar los estudios. Y normalmente es para tu favor, pues la tarjeta dura más que la carrera, si es que empollas un poquito ;-).

Así que una que tiene una carita de no haber roto nunca un plato, va por el mundo con su carnet de estudiante español, y como ahora somos tan globalizados y tan guays, pues entra gratis a la Acrópolis de Atenas como estudiante a sus 30 añitos. ¡Fantástico, entrar gratis en un sitio!

Pero claro, por algún lado nos tenían que coger a los bajitos con cara de jóvenes. En la entrada, una señora seca me preguntó: “Sí, estudiante, vale pero, ¿eres menor de 30?”. Y con eso acabó mi jolgorio: el día después de mi 31º cumpleaños ya me hacían pagar las tasas completas. Intenté ablandar a la Frau-aburrida-de-la-entrada buscando su piedad: “Ayer fue mi cumpleaños...” (¿Podría usted regalarme la entrada gratis a la biblioteca por mi cumple? Mire que es mi primer día con más de 30, es un momento emocional delicado, ya sabe, porfiiii...”). Pero esa mujer-más-seca-que-un-bizcocho-de-Teror no había leído este blog, o hacía mucho que había cumplido los 50, y mi carita de pena, desconsuelo o cruda aceptación le debieron importar un pepino.

Y ahí fue cuando pensé: “¿Para qué tantas cremitas, tanto intentar parecer más joven si, en realidad, no se pueden esconder ni los números, ni escapar de la realidad? Tienes 31 y se acabó lo que se daba”.

Y no sé bien por qué, pero me cambió el ánimo. Por pagar 23 € por hacerme socia de una biblio pública (si es pública, ¿por qué pagar tanto?), por no poder cambiar la fecha del carnet por un par días antes, por tener que admitir que es verdad, que vamos todos “pa'arriba”.

Me consuelo con la idea de que hace unos meses no me dejaron entrar a un bar por no tener el carnet encima y no creer que hacía ya 12 años que había pasado de los 18. ¡Eso sí que fue un cumplido! Tuvimos que cambiar de bar...

Y tú, ¿estiras también tus carnés?

Dienstag, 24. August 2010

Arriesgarse o morir

Este post es para y por Majo. Llevaba tiempo con él en la cabeza, pero ahora llegó el momento. De decidirse, y de escribirlo.
Llega un momento en el que ya no puedes esperar más. En el que echas cuentas y te acuerdas del poema Instantes de Borges (post anterior), en el que algo aquí dentro te dice: ¡Ahora o nunca!
Como mi hermana, que después de estar toda la vida suspirando por un animalito, se decidió y se fue a Madrid a por su erizo. Feliz de la vida, aunque la decisión no fue fácil: que si permisos de veterinarios, que si transporte a Canarias, que si ericito pa'arriba y ericito pa' abajo. Aunque pocos lo hacen, ella siguió adelante.
O la historia de mi tío, que loco por emular a sus héroes sobre dos ruedas del Tour, se compró la primera bici y se lanzó a las carreteras de la sierra de Madrid para correr algunas de las etapas de la Vuelta a España, a su ritmo y a su edad, sin haberse subido jamás a una bici.
O mis amigos Olli y Melli, que dejaron todo atrás (trabajo, seguridad, piso, amigos, país, familia), se liaron la manta a la cabeza y se fueron a vivir a Tailandia, sin conocer el idioma, sin tener contactos, basándose en una intuición, en las ganas de probar cosas nuevas y de darle una oportunidad al sueño de vivir en el extranjero, en un país exótico y de carácter más amable que el norte de Alemania.
O mi madre, o la del otro, que se deciden a dejar relaciones que no marchan bien a pesar de las críticas externas, de los hijos pequeños y de la falta de claridad para el futuro.
O, sin ir más lejos, el que se atreve a mirar de frente a la realidad, acercarse a la persona que quiere y decírselo con el corazón en la mano, arriesgándose a una negativa, a la vergüenza o a recibir una respuesta afirmativa que, no por serlo, resulta más fácil de encajar.

En un momento dado hay que arriesgarse o morir, decidirse, lanzarse a lo que nos parece un vacío, pero que en realidad no lo es. De fondo hay un casi imperceptible “tictac, tictac, tictac” de un reloj inexistente. Puesto que, si no avanzamos, retrocedemos; si no nos atrevemos, perdemos; si no lo intentamos, ¡nunca lo conseguiremos!.

Y tú, ¿a qué has querido atreverte siempre sin llegar a hacerlo? ¿Dónde tienes ese punto de lo que los alemanes llaman “Verschieberitis” y los españoles, algo así como, “Posponeritis”?

Mittwoch, 4. August 2010

El verano

Las vacaciones sirven para reponer fuerzas, observar, y preparar nuevos posts para el blog. Hasta dentro de 10 dias!