Dienstag, 21. Dezember 2010

2030


Recuerdo un papelito (de esos que escribía con mi “medio-hermana” entre los 9 y los 12 y que metíamos entre las rendijas del techo de la buhardilla para que se cumplieran nuestros deseos), en el que nos dio por intentar describir cómo imaginábamos que seríamos en el 2010. En aquella época debíamos estar terminando los '80, y el 2010 nos parecía en plan peli “Regreso al futuro” de M. J. Fox. Eso de escribir un 2 y varios 0 le daba cierto halo de misterio al asunto. Sólo me queda alguna idea vaga de aquello (el papelito, ni la más remota idea de dónde estará), y ahora que acaba el 2010 la comparto con ustedes, para que me ayuden en una comparación colectiva:
-Sería muy, muy, muy mayor con 30, ¡figúrense! ;-)
-Tendría el pelo negro, largo, fuerte y rizado, en plan bailaora de flamenco / Lolita.
-Tendría 3 hijos y un marido, haría tortilla de papas por las noches y veríamos el telediario todos juntos antes de la cena.
-Mi casa sería pequeña, un poco oscura y llena de cosas, como la de mis tías / abuelas en España.
-Sería profe y llevaría gafas de esas pequeñas y cuadraditas para ver la tele mientras cosía algo de los chicos.
-Tendría los pechos grandes y llevaría camisetas con algún dibujo brillante o lentejuelas.
-Usaría zapatos de tacón y quedaría con otras amigas de mi estilo y condición para tomar café y hablar alto.
-Andaría por la casa diciendo: “¡Ponte algo en los pies, que te enfrías!”, “Bébete el Cola Cao!”, “Siéntate a hacer los deberes”, “¡Qué carita de cansado!”
-Tendría una vida pacífica, tranquila, organizada, con una estructura.

¿?
Sin comentarios... Creo que antes de que acabe el año llamaré a mi medio-hermana para pedirle que hagamos lo mismo, esta vez hasta el 2030, que ese sí que tiene mucho de futurista. Espero que mis predicciones sean esta vez más certeras, porque lo que es aquel entonces... ;-)

Montag, 13. Dezember 2010

Amigos del tren


Después de esos miles de días que llevo por aquí he descubierto un paralelismo que me parece fantástico: las personas de un tren y los amigos. Cuando te metes en un tren de esos de largo recorrido en un fin de semana de puente, nunca sabes qué puede pasar. Quizás la persona que está enfrente ni te mira, o se baja antes de que te puedas dar cuenta, quizás compartas algunas conversaciones o les leas cuentos a sus hijos y la ayudes a bajar el carrito, o quizás intercambies número de teléfono e email y te acompañe hasta la última estación.
Lo mejor de esto es que nunca se sabe. A veces un amigo te presenta a otro en un aparcamiento, así, de la forma más normal y anodina, y después resulta que es la persona con la que llevas 7 años compartiendo techo. Otras, la chica con la que te sentaste el primer día de clase de la universidad, que ahora es la madrina de tu hijo. O de pronto un alumno se convierte en alguien como de la familia. Pero también amistades que tenían madera de durar para siempre sucumben tras el más pequeño problema. A veces, los hijos son independientes y uno les pierde completamente de vista, a veces son otros los que hacen de padres.
Como en el tren: cuando subes, no sabes quién se bajará de forma desapercibida, quién será un compañero inolvidable, quién te amargará la vida con los ronquidos o quién sólo te sonreirá desde el otro asiento.
Este pensamiento me acompaña a menudo, incluso cada día. Es como si cada persona pudiera traerme algo, una noticia que me cambiará, un problema que me hará aprender, un nuevo punto de vista. No sé exactamente qué tipo de pasajero será, -de los anodinos o de los de papel estelar- así que mantengo los ojos abiertos, curiosa, atenta, porque sé que en cuanto haya cumplido su función se bajará en su estación y yo no le quiero dejar pasar así, sin más.

Dienstag, 7. Dezember 2010

A lo James Dean


Morir joven es duro, para que el se va, y para todos los que se quedan. Esta semana un conocido chileno murió a los 34 años de una forma trágica, en un crimen pasional al que además no pertenecía. El panorama que ha dejado en la gran familia argentina de Colonia es desolador. Todos de su quinta, todos llegados en algún momento de los veintipico buscando algo mejor en Europa, acabaron juntándose para sentirse en casa, tomar mate juntos y llamarse boludo. Cuando volvía el martes en la bici del piso donde se habían reunido, pensaba en lo que cuesta construir algo y lo rápido que se destruye. Bastan dos tiros bien dirigidos para acabar con 34 años de sueños, trabajo, adaptación, amigos y amores.
Y descubrí un cierto hábito que adopté, más bien inconscientemente, en algún momento de la adolescencia: Vivir cada momento como si fuera el último, no vaya a ser que no haya más, "a lo James Dean”. Aspirando cada segundo, cada conversación, cada amanecer, cada taza de té, cada encuentro, cada clase, siendo consciente de que estoy ahí, de que es real, de que estoy viva. Luego llego a casa agotada -tengo que admitirlo- pero con la consciencia tranquila. El día no pasó por mí, sino yo por él. Viviendo peligrosaconscientemente.
Algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora. John Lennon
Ahora: una palabra curiosa para expresar todo un mundo y toda una vida. Ernest Hemingway