Dienstag, 30. November 2010

Saramago: "Mañana es la única utopía"

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...
¡Qué importa eso!.
Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo
que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer
lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos
y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues
mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino
derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!.
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!.
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
José Saramago Premio Nobel Literatura 1998

Montag, 22. November 2010

Treintañitis


Después de un año de escribir el blog, esta semana he descubierto por fin la enfermedad que me aqueja: “Treintañitis”. Menos mal que tengo a mis amigos y conocidos, que me la recuerdan cada día, que si no tendría que ir al médico a que me la operaran y me la extirparan de raíz.
Todo empezó en el vestuario: cansada y medio ojerosa comentaba el fin de semana con mi compi del entrenamiento de natación. “¡Pero chica! A tu edad, ya no estás para salir hasta las 4 de la mañana y tener que preparar clases el domingo”. Mis ojos se abrieron como platos, no seguros de lo que acababan de oír mis oídos sorprendidos. Todo mejoró al día siguiente, cuando en el coche camino del trabajo (comparto 1h de coche por trayecto) oí: “Yo ya no estoy para ir a conciertos”. La chica (¿abuela?) en cuestión tiene 32.
En clase de conversación debíamos comentar el dicho “Una copita de vez en cuando no hace daño”. Y mi alumna de 36 me comentó: “Antes bebía, pero ya no puedo beber nada”. A mí se me secó la garganta. “¿Estaría enferma? ¿Habría encontrado la piedra filosofal?”. En mi caso todo sucede al contrario: ahora me gusta más salir e ir a bailar y a conciertos, soy la primera que se alegra por los mercados de Navidad y el vino caliente (el hit del invierno alemán ;-) ), no me pierdo un cumpleaños y duermo menos que con 17 al tiempo que trabajo más. ¡Ay madre!
Para rematar, en la cancha de gimnasia deportiva una chica del grupo va y dice: “No, yo ya no puedo estudiar Educación Física, soy mayor”. Discretamente y con curiosidad, me atreví a preguntar por su edad: “26”. Ya, claro, la chica “es mayor”... Imagínense la cara que se le puso cuando le dije: “¡Ah, pobre! Yo tengo 31”.
Me ha entrado miedo. He decidido que tengo que tener en cuenta mi delicada situación y prepararme para morir cada día un poquito, así que empezaré por dejar de hacer lo que me gusta, a quejarme de cansancio eterno, de la juventud pasota de hoy en día, de los viejos tiempos, del dolor de riñones y de la imposibilidad de cargar peso en el supermercado. No vaya a ser que empiece a disfrutar de la vida, aún me queda una media de 50 años para ir muriendo en vida un poquito cada día.

Mittwoch, 17. November 2010

¿Por qué el blog?


Después de haber escuchado algunos comentarios que me sorprendieron acerca de por qué escribir un post a la semana sobre la vida a los 30 y pico desde hace ya 13 meses (¡el blog cumplió 1 año!) ahí van algunas razones:

- ¿Por qué no? Hay blogs sobre "cómo ser madre primeriza y no morir en el intento", sobre "los mejores goles del finde" y sobre "la vida nocturna del erizo común". La diferencia entre los otros y este es que por los 30 pasaremos TODOS antes o después, y eso de ser madre o los erizos, no tiene por qué ser lo tuyo.

- Para reivindicar una década perdida entre la pubertad alargada, la “super” vida del estudiante y los cuarenta que asustan.

- Para dar protagonismo a todos esos amigos que, como yo, se hacen preguntas y las comentan con otros en su situación, para que sus acertadas palabras no se olviden tras la última cerveza de la noche.

- Para los aún recelosos: “La treintena” es uno de los temas del examen oral del nivel C1 del DALF francés.

- Para cazar los trucos que voy leyendo / oyendo por ahí y que son pequeñas piedras angulares de esta aventura que es la vida.

- Para aprovechar y lanzar algunos comentarios irónicos sobre hombres y mujeres, disfrazándolos de estudios sociológicos de andar por casa (o el bar), pues ese tema está siempre vigente. ;-)

- Para que los que viven lejos y tienen ganas de saber de mí algo más de lo que aparece en el Feisbuk puedan seguirme “más por dentro”.

- Para crear diálogo, porque aunque parezca que esto se mueve poco, recibo siempre bastante feedback.

- Para leer tus propios posts de hace 1 año y pensar: “¡Oño, pues he cambiado!”

- Pero lo más importante: para aprender escribiendo. Pues al escribir sobre la vida en una hoja en blanco, aunque sea de Word, y más si uno se atreve a hacerlo público en la web, los pensamientos se centran, las frases se vuelven más literarias y descubro que estoy encantada de tener la edad que tengo.


Dienstag, 9. November 2010

La 1ª vez

 Estos días me asalta alguna que otra vez el pensamiento: “No te apures, no te preocupes, esto ya lo has pasado alguna vez”. En algún momento de decisión o en el que tengo que actuar rápido, o cuando me siento un poco fuera de lugar por algo, aparece esta voz que escanea a la velocidad de la luz todas las carpetas y subcarpetas de mi memoria hasta dar con el archivo y la imagen en la que aparece una situación similar a la que tengo delante. Y entonces aflojo la marcha, saco conclusiones rápidas y cojo aire, pues sé que por algo así ya he pasado en todos esos 11.365 días que llevo aquí.
Me acuerdo del primer beso, de los nervios, de no saber cómo se hacía, de tener sólo unas imaginaciones vagas sobre cómo podría ser. Recuerdo la primera clase que di, tan perfectamente, que podría pintarla con colores brillantes y llenar sus 90 minutos con explicaciones e inseguridad; el primer paseo por las calles de Colonia, el olor, mi bici holandesa pequeña. O la primera vez que hice una entrevista, en la que me sentía tan joven y menuda que no entendía cómo me iban a coger. Los nervios de mi primera carrera, después de muchos años; el primer viaje sola a Barcelona (¡Si hubiera sabido cuantísimos vendrían después!), el primer tinto de verano y la culpable sensación de flotar; todas esas veces en las que dije algo de lo que luego me arrepentí.
Hace 2 meses unos vecinos que van por los 60 me invitaron a tomar algo con ellos para celebrar su boda (aquí se acaban casando muchos por motivos fiscales). Al brindar, y entre risas, confesó la pareja que hace tiempo que peina canas que era “su tercera vez”. Al principio no me lo creí: ¡Cada uno ya había estado casado con otras 2 personas! Y lo contaban con tal ligereza, que me hicieron dudar. ¿Sería que con las repeticiones se pierde la emoción? ¿La intensidad? ¿La importancia? ¿Los nervios? ¿Los sentimientos?
Es verdad que la cantidad de adrenalina en sangre puede disminuir un poco con los años ante una situación que se escapa de nuestro control, pues en su lugar ponemos experiencia y autonocimiento. Eso sí, todo esto se consigue con una cierta dosis de entrenamiento y de autoobservación, porque aunque con menos mariposas en la barriga y un poco más reflexivos, es necesario haber pasado muchas veces por algo para poder integrarlo. Y nunca perder de vista que los años también nos dan un cierto don para el disimulo... ;-)

Mittwoch, 3. November 2010

La 2ª mitad


La 2ª mitad

Estoy leyendo un libro fascinante: “Die neuen Lebensphasen”, “Mapping your life across”, “Pasos” en español. Desde las primeras páginas, el autor desmonta muchos de los constructos en torno a los que hoy en día la gran mayoría articula su vida. Durante muchos años se dedicó a estudiar el censo de diferentes ciudades norteamericanas y de llevar a cabo miles de entrevistas con personas de distintos grupos generacionales para llegar a la conclusión de que todo ocurre hoy en día más tarde de lo que ocurría hace 60 años, tras la Segunda Guerra Mundial. Es decir, que se ha producido un aplazamiento en todos los “cambios de fase” de la vida de las personas. Por ejemplo:

- Mujeres de 40 que tienen su primer hijo.
- Hombres de 35 que aún viven con sus padres.
- Estudiantes que a los treinta y pico aún siguen formándose en la universidad.
- Personas de ochenta que participan en maratones (siempre hay algún veterano por ahí).
- El padre de Julio Iglesias tiene hijos con 90 años.
- Hace 30 años los hijos de 40 llevaban a sus padres de más de 60 a una residencia de ancianos, hoy los hijos de 60 acompañan a sus padres de 90.
- La esperanza de vida de un europeo medio ha aumentado de los 65 (en los años 50) a 81 y 84  años para hombres y mujeres respectivamente (en los 90).

Si tenemos en cuenta que un hombre de 40 vivirá al menos hasta los 80, tenemos que pensar, ¡que aún le queda la mitad de su vida por delante!. Por ello, cada día es más normal tener varios matrimonios, varios cambios de profesión (no de trabajo, sino cambios completos de actividad), iniciar nuevos estudios, tener hijos de diferentes relaciones y vivir en distintas partes el mundo a lo largo de la vida. El hombre de 40 se conoce más a sí mismo, ha tenido una serie de experiencias y puede prepararse con calma y motivación para la 2ª mitad de su vida. Hasta los 40 no era más que un jovenzuelo.
En realidad estos descubrimientos fueron un soplo de aire fresco. Me di cuenta de que muchos vivimos pensando (erróneamente) que a los 40 se acaba la vida, y por eso vamos por los 30 lamentándonos y arrastrándonos, temiendo a los 40 que están cada vez más cerca. Pero si observamos esto desde una perspectiva más amplia, desde el final o desde la perspectiva de la eternidad, uno se da cuenta de que nunca es tarde para empezar algo nuevo, para dedicarnos a nuestro sueño de toda la vida o para dejarlo todo y comenzar otra vez.
¡Aún nos queda la segunda mitad!