Donnerstag, 24. Juni 2010

Anatomía de un treintañero

El sábado quedé con un grupito de amigos, y mientras estaba allí, pensaba en el título del siguiente post: Anatomía de un treintañero en el 2010. Y aunque suene a tópico, este es el resultado:

-Joven de entre 28 y 36 años.
-Soltero, con una carrera universitaria y quizás un máster.
-Vive en un sitio diferente al que nació, en el centro de una ciudad más grande.
-Comparte piso con otros de su edad o, según sus ingresos, vive solo. Algunos, con su pareja.
-Tiene una contrato de años o meses, un sueldo que le permite ser independiente, pero no le da seguridad.
-No “tiene” (posee) nada: no tiene coche, no tiene casa, no tiene un contrato estable, por no tener, no tiene ni planes.
-En cuanto a relaciones… El asunto daría para muchos posts. En principio, las relaciones duran menos que las de sus padres, y muchísimo menos que las de sus abuelos.
-Tiene contactos o tira de móvil con facilidad: sabe que vive una vida global a la que se conecta a golpe de email, chat o de sms.
-Se conecta a Facebook varias veces al día.
-La familia le importa, pero no tiene hijos y piensa siempre en “algún día, cuando llegue el momento”. Sabe que sus padres seguían otro ritmo, pero le ha tocado vivir este momento.
-Tiene “Multiplicidad de opciones” (ver el post anterior). Hay muchas personas, muchos amigos, muchos trabajos, muchos países, muchos intereses, muchas cosas que hacer en el tiempo libre.
-No es religioso, o lo es cada vez menos.
-Su familia son sus amigos, los que están en su misma situación, con los que comparte preocupaciones, salidas y viajes.
-La imagen personal es importante: el cuerpo en forma, la moda, las nuevas tendencias. ¿Tendrá 20 ó 35?
-Sueña con el “gran amor”, pero ha sufrido ya varias decepciones. Se junta con aquellos que están en su misma situación. Es la “Generación Urano”, ;-) que según los astrólogos carece de modelos claros, pero debe adaptarse rápido a un mundo que nos adelanta a todos.

Samstag, 19. Juni 2010

Mi pequeño Nicolás

El pequeño Nicolás de René Goscinny es el típico personaje atemporal que uno lee de niño y retoma a cualquier otra edad. A mí me encantaba leerlo, y me extrañaba que mi madre también lo leyera (¿Cómo iba yo a leer los libros de los mayores o ellos los nuestros?).
Y en este personaje pienso siempre cuando estoy con mi amigo Nicolás, que no por casualidad es también francés. Y como me da pena que algunos sean venerados después de haber pasado por esta vida, pues aprovecho este blog para hablar de esa gente fantástica que me voy encontrando.
Nico es pequeño, flaco, rápido, atento y chistoso. Habla español como si fuera su segunda lengua, alemán e inglés con deje francófono, va en Vespa por Colonia y tiene muchos amigos. No sé qué edad tiene, ni lo sabré nunca, pues él mantiene un cierto halo de misterio respecto al momento en el que nació. Pero en este detalle reside su gran fortaleza: es un tipo “atemporal”. Desde que lo conozco, hace ya 6 años, supe que era mayor que yo, pero nunca supe descifrar cuánto. En cualquier caso, siempre ha sido capaz de cambiar de registro y adaptarse a la situación con una capacidad digna de imitar. Con Nico puedes hablar de todo, y de cualquier forma: a veces son confesiones no muy divertidas; otras, la mayoría, no puedes parar de reír cuando él está frente a ti. El otro día me decía una amiga común: “Es que Nico está siempre de buen humor. Es muy fácil estar con él”. A veces, por sus ocurrencias, parece un niño chico. Otras, utiliza su agudo sentido común para aconsejarte según una perspectiva madura que tú nunca hubieras tenido en cuenta.
Ser atemporal no es fácil. Para él supone reírse de cualquier cosa, sobre todo de sí mismo (¡Y de mí! ;-) ), no criticar, pues si la gente actúa como lo hace, será porque alguna razón tiene para ello; hacer deporte, para que el tiempo no le desgaste tanto y los músculos sean como los de antaño; mirar a un niño como si él fuera otro e ir por la vida sin complejos: a todas las edades se puede bailar, decir tonterías y hablar de la Bolsa, si es que hace falta.
20-32-45...: ¡Qué más da! No es cierto que cada año de vida en esta Tierra implique un mayor grado de amargura e inflexibilidad.
¿Conoces también a otras personas “atemporales”?

Donnerstag, 17. Juni 2010

Buscando claves

Esta semana se ha cubierto mi récord: 3 parejas de amigos que terminan su relación. Perfil: treintañero o a punto de serlo, desde hace más de 1 año en la relación, desengañado de la persona y decepcionado de las relaciones en general. Y a mí que me da pena oírles, pero sé que saldrán adelante. Mi espíritu empático se une a mi espíritu investigador e intento buscarle causas a esta casi eterna desilusión del compañero sentimental. Estos 3 amigos, ni son los primeros, ni son los últimos, pero percibo un descontento general cuando la gente empieza a hablar de sus parejas, y la verdad es que no sé a qué se debe.
Decía un libro que encontré por casualidad, que los nacidos entre 1971 y 1984 pertenecen a una generación que tiene una visión diferente del matrimonio, la estructura familiar y la configuración social, donde el tema dominante es la cooperación y no la jerarquía. Es una generación que transformará los roles sociales y sexuales al demandar mayor igualdad.
Está claro que esto no parece nada nuevo: el ejemplo de mayo del '68, por ejemplo, es una muestra de esos momentos históricos en los que un grupo generacional se separa de los anteriores demandando cambios en algún sentido. Pero creo que en esto último está la diferencia: mi generación no demanda, sino que experimenta. Tengo la sensación de que se ha abierto una brecha entre nuestros abuelos y nuestros padres, y aunque soñamos con los estrechos lazos familiares que unieron a la gente antes y después de la guerra, de alguna forma no nos damos por satisfechos con ellos, y establecemos nuevos parámetros que también son nuevos para nosotros.
Esta generación mira de frente a la verdad emocional de sus relaciones sin acobardarse, en su búsqueda por mantener relaciones sentimentales libres de sentimentalismo, conservadurismo e hipocresía. A esto se le unen la falta de un “pizco” de paciencia con los defectos de los otros y un idealizado deseo de amor incondicional y el resultado es un no pequeño rebaño de “medio jóvenes, medio adultos” que se pasea por ahí buscando a su media naranja, aunque sin creer mucho en ella.

Freitag, 11. Juni 2010

El plancton de cada día

Últimamente me pregunto mucho por la felicidad. No porque no sea feliz, sino porque creo que hoy por hoy tengo una perspectiva diferente de la que tenía de adolescente.
Antes soñaba con el día en que terminara el curso, para estar libre en las vacaciones. Soñaba con cosas “grandes”: ir de campamento con los scouts, conocer los Pirineos, ir a la universidad, ser “mayor”, tener un trabajo, una pareja, vivir en el extranjero. Eso ya lo he conseguido todo. ¿Y ahora qué?
Cada mañana, como hormiguitas, nos levantamos para “hacer cosas”. Cada uno “hace” “unas cosas” un poco diferentes de las “cosas” que “hacen” los otros pero, al fin y al cabo, todos “hacen cosas”. Y te los ves, a estos humanos, levantándose temprano, recorriendo kilómetros en trenes, autobuses, en coches, esperando en atascos, parados en el frío de la estación, subiendo y bajando escaleras, como si buscaran algo, como si siguieran a una voz interior. En el andén piensas en que ojalá el tren llegue pronto; en el tren, en el curro; en el curro, en la hora de la comida y, cuando esta llega, ya falta poco para volver a empezar la ronda de transportes pero al revés. En casa lo haces todo rápido, para al día siguiente poder comenzar con la misma estrategia.
Decía ese médico al que estoy leyendo -y que me gusta cada vez más- que los seres humanos parece que somos los más inteligentes. Pero no los más grandes, y quizás tampoco los más felices. La ballena azul, que sí que es grande, vive relajadamente, cantando por los mares, abriendo la boca cuando quiere comer, llenándola de plancton (ese conjunto de millones de microorganismos), segura de que habrá más cuando la vuelva a abrir. Cuando tiene hambre, abre la boca y ya está. El ser humano no podría alimentarse de plancton: empezaría enseguida a pensar que no puede ser tan fácil, que tiene que hacer algo más para ser feliz.
Pero en realidad en eso consiste: en estar una serie X de años en esta vida, multiplicarlos por 365 días y multiplicarlos por cada uno de los “momentos plancton” que tiene cada día: ¡Un montón de razones para disfrutar como las ballenas! Pues:
-los pequeños buenos momentos ocurren más a menudo que los grandes
-las cosas grandes tienen menos influencia en nuestra vida que las cositas pequeñitas
-las grandes catástrofes nos hacen a la larga menos daño que el continuado y casi imperceptible estrés
-los grandes momentos de felicidad no tienen relación directa con la felicidad de nuestro día a día.
¡A ser felices por poder tener un tren que coger y tener a un sitio al que ir a "hacer cositas”! Y a no olvidarse de abrir la boca y llenarla de todos los momentos plancton que están a nuestra disposición.

Nuestro plancton de cada día

Donnerstag, 3. Juni 2010

Sex and the City 2

La semana pasada tocó Sex and the City 2. La expectación general era grande, y aunque no soy muy devota del cine americano o del inaudito despliegue de vestuario que las 4 chicas nos hacen presenciar, allí me metí, y además en la fila 4. A pesar de la superficialidad y de lo manido de los tópicos, admito que me gustó ver en la pantalla grande algunos de los temas de este blog.
Al principio de la peli las chicas van a una boda de dos amigos homosexuales donde uno de ellos afirma: “Hoy me caso con X, pero tengo todas las puertas abiertas para conocer a hombres del mundo entero”. Ante esto varias responden asombradas: “¿Te casas para ser infiel?”. Los dos responden que ellos han llegado a ese acuerdo: no es que tengan que ser infieles, pero conocer a otros hombres está permitido en su relación.
Media hora después, el marido de Carry le comenta que por qué no disfrutar cada semana de 2 días libres. Mantienen todavía una segunda vivienda, y a lo mejor sería positivo que se tomaran esos dos días separados el uno del otro para escribir, leer y estar con las amigas (ella), o para estar en el sofá, ver la tele y disfrutar de estar solo en casa (él). Al principio a Carry le parece imposible de aceptar, le parece “una muerte anunciada” de la relación. Pero en realidad se da cuenta de que no les vendría tan mal, de que de esa forma el tiempo que se vieran después sería para ellos, para aprovecharlo de verdad juntos.
Ante esto, cada una de las chicas defiende su opinión: “Un matrimonio está hecho para que las dos personas duerman juntas en la misma cama cada noche”, “No tenéis hijos, ¿y ahora además vais a estar sólo 5 días juntos?”, “En realidad, el tiempo en el que estábamos de novios, pero vivíamos separados, fue el mejor, pero no sé si ahora volvería a ello”. Opiniones de todo tipo.
A mí el detalle me hizo pensar en mi propia historia, o en mi post con el título “Yo creía que...”. En este proceso de crecer, hacerse adulto y madurar, lo que ocurre es que uno va confrontando continuamente las ideas de la infancia y las de la sociedad con las propias, que se van formando poco a poco. Y después uno elige: ser fiel a las ideas de cuando era niño, seguir las tradiciones familiares, religiosas o de la comunidad, o buscar un conjunto de “ideas”, “fórmulas” o “principios” que se adapten a su propia forma de vivir y de pensar.
Tengo que admitir que este proceso no ha sido fácil. Me hubiera gustado seguir creyendo en las historias de Disney o en las de las series españolas “Al salir de clase”, como también acatar al pie de la letra las tradiciones familiares. Hubiera sido más fácil. Pero como no me funcionaba, he acabado por crearme una serie de “mandamientos personales” que rigen mi vida, y me ayudan a actuar siendo fiel a lo que considero más importante.
A veces no puedes seguir el “camino recto” como se supone que deberías hacer. A veces te das cuenta de que la persona con la que quieres compartir tu vida es de tu mismo sexo o tiene unas costumbres muy diferentes a las de tu familia, o es de una religión totalmente diferente o habéis decidido ni pasar por el altar, ni tener hijos, o ni siquiera vivir juntos, lo cual es durante muchos años centro de las críticas a tu alrededor. Pero como decía Carry: “Cada persona / pareja puede decidir qué reglas o fórmulas le/s funcionan, es algo que afecta sólo a esas dos personas”. Para reflexionar.