Dienstag, 20. Juli 2010

Instantes

No sé si habrás recibido alguna vez ese poema de Jorge Luis Borges titulado “Instantes”. Ahí te lo dejo para poder leerlo otra vez. Poco a poco, se ha ido convirtiendo en una filosofía de vida:

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.






Dienstag, 13. Juli 2010

El Kik o Kit de la cuestión

Fin del Mundial de fútbol: durante las últimas 4 semanas, millones de personas se preparaban casi a diario para alguna cita futbolística. Con banderas, camisetas, cervezas y los colores de su equipo, se armaban de emoción ante el espectáculo que sabían que vendría. Adrenalina, cortisol, testosterona... Un auténtico cóctel de hormonas que les hacían sentir durante al menos 90 min (más precalentamientos, prórrogas, ¡penalties! y festejos post partido) un sinfín de pequeños subidones emocionales.
O como el domingo ante la plaza de la Victoria de Las Palmas, donde en medio de la masa enfervorizada por la victoria de España, un seguidor con una butaca robada de algún bar, sacó su paquetito, se estiró su rayita y se metió una ración de su polvito blanco. Seguro que llevaba ya más de 8h de subidón hormonal en un partido que Holanda no puso fácil, pero el efecto, a lo largo de las horas, iba disminuyendo. Unos gramitos del polvo blanco y otra subida, otro chute para aguantar hasta el siguiente “Kik”.
Y así vive el ser humano: el drogata, el alcohólico, el futbolero, el corredor de la Bolsa, el triatleta, el paracaidista, el soldado, el motorista, el músico, el poeta, el amante del chocolate, el enamorado. Todos corriendo por ahí en busca del “Kik”, del “Qüiqui”, del “chute”, del subidón.
Parece ser que estamos preparados biológicamente para ir aprendiendo a base de una cierta sensación de bienestar corporal acerca de qué es lo que nos viene bien o mal. Además, en el cerebro las áreas implicadas en la sensación de placer y de adicción son casi las mismas. En cuanto experimentamos algo, se pone en marcha un mecanismo complejo y límbico en el que entran en juego todo tipo de sustancias, que a su vez activan la memoria corporal y que nos dicen: “Recuérdalo, esto te ha hecho tocar el cielo. Si lo quieres sentir de nuevo, hazlo otra vez”.
Y así actuamos: vamos por la vida probando cosas y grabándolas en un vacío límbico que se activa cuando olemos, como los perros de Pavlov, que la experiencia se puede repetir de nuevo. Este mecanismo tenía y tiene su utilidad para la especie: nos ayuda a evitar peligros y cosas que no funcionaron y a diferenciarlas de otras que sí.
El problema está en que a menudo no nos damos cuenta de que da igual la frecuencia con la que busquemos o encontremos ese “Kik”, porque siempre necesitaremos más. Pensemos que el “Kik” es igual a “felicidad” y veremos que tampoco se alcanza una vez y ya nos dura para siempre. En realidad creo que en los mecanismos que activamos continuamente para buscar el “Kik” está “Kit” de la cuestión. Somos seres de búsqueda y en búsqueda. No existe ni la tristeza eterna, ni el “Qüiqui” eterno, ni la rayita de coca que dure para siempre, ni el enamoramiento que nos mantenga durante 40 años en lo alto de la nube.
La buscadora.

Mittwoch, 7. Juli 2010

Divertido

Entretenimiento veraniego para días de calor aplastante. ¡Atento al resultado!

Donnerstag, 1. Juli 2010

Revivir años

Últimamente observo un fenómeno curioso: algunos amigos empiezan a salir con chicas más jóvenes, a recuperar aficiones “de antes”, a llamar a los amigos de los viejos tiempos. Es como si en algún momento te miraras un poco más detenidamente y te preguntaras: ¿Dónde estoy y a dónde voy? Y la solución pase por “revivir años”.
Me decía un amigo no hace mucho, después de una separación: “Sí, la nueva tiene 10 años menos, pero es muy madura”. La chica anterior tenía su misma edad, empezaba a preguntar por los hijos, tenía ganas de hacer otras cosas que ver los fines de semana a los amigos y salir a dar tomar unas copas. Si calculamos que la nueva tiene 21, a mi amigo aún le quedan 10 años hasta que la nueva se ponga “realmente pesada” con eso de los hijos, así que él tendrá tiempo de hacerse el remolón, dejar que el pensamiento le pase por la cabeza, dejarlo ir otra vez y esperar a que le llegue la inspiración divina: total, ella por ahora no va a preguntar, primero tiene que terminar la carrera y esas cosas.
Lo mismo ocurre cuando algún compañero de trabajo se empeña en salir con los estudiantes. Aquí las barreras son siempre más sutiles (yo me incluyo en el bote), no seré yo la que decida cuándo llaman la atención estas fiestitas entre profes y alumnos y cuándo no. ¿Cuando la diferencia es de 25, 30 ó de 35 años?
De pronto, un día te das cuenta de que los años no vuelven, de que cada día es un día menos, y de que la etapa esa de la primera juventud ya pasó, y tú no estás en ella. En realidad, es la profunda e inconsciente confrontación con la muerte lo que nos hace a muchos buscar en el pasado para, con la madurez y el conocimiento actuales, revivir los años y las experiencias. Pero, ni por tener una novia más joven, ni por salir de marcha con los estudiantes, ni por darle pataditas al balón con los colegas por las tardes conseguiremos retrasar la inevitable levedad y brevedad del tiempo.
En realidad, si la muerte no existiera, ¡habría que inventarla! La eternidad vital es aburridísima: no habría que tomar decisiones, no existiría esa perceptible “presión temporal”, no subiría el ritmo de nuestra banda sonora particular. Inconscientes de lo valioso de nuestro tiempo, viviríamos cada día sin prestarle apenas atención.
Por eso son los 30, los 40, los 50, los que nos ayudan a reaccionar a tiempo y, sin tener que revivir los años, no olvidar que, al final, lo que cuenta no es lo que hicimos mal, sino lo que ni siquiera llegamos a hacer.
¡A vivir, que sólo son 2 días!