Sonntag, 2. September 2012

La soledad a los 30

Hace dos noches, ya en la cama y con los ojos cerrados, me vinieron a la mente las palabras de algunos amigos con los que había tenido contacto en los últimos días. Chicos de entre 30 y 38, trabajadores, de nacionalidades variadas, habitantes de la gran ciudad. “A veces echo en falta tener buenos amigos”, “Me gustaría tener a alguien con quien compartir algunos ratos”, “Tengo ganas de una familia”, “Toda mi gente se ha mudado, quedan pocos por aquí”, “Noto un cambio de fase vital”. Según Ulik, el protaganista esquimal del libro In Durcheinander der Liebe, obra de François Lerord, psiquiatra francés de éxito literario, –él pasa un tiempo en París y no para de descubrir diferencias entre su pueblo esquimal del norte y la sociedad parisina– en la sociedad europea de los kablunak (hombres blancos) la libertad es un bien preciado al que se adora en todas partes y que se respira en el ambiente. Para un esquimal que nunca está solo (conviven todos juntos en el iglú, van de caza en grupo y se ayudan continuamente para sobrevivir a las condiciones extremas de su hábitat), esto es algo incomprensible. Tantos millones de parisinos viviendo solos en habitaciones tan juntitas, ir codo con codo en el metro, compartir despacho con tantos otros kablunak, y admirar al mismo tiempo al Dios Libertad. Después de varios meses en París, Ulik no acaba de comprenderlos: “¿Cómo podrán ser felices solos?”, “¿Por qué hay tantas mujeres bonitas sin marido?” “¿Quién las protegerá”. Al mismo tiempo, en sus encuentros con los franceses descubre que no todos son tan felices con su diosa Libertad como parece. Es como si hubieran perdido la medida ideal de intercambio entre la diosa Libertad y la diosa Convivencia. “¿De dónde se habrán sacado tan descabellada idea?”. Creo que mis amigos son un poco víctimas y creadores de su realidad, las dos cosas a un tiempo. Ser joven hoy en día va muchas veces unido a la idea de que uno debe estar abierto a todo, no estar atado a nada y ser libre para aprovechar lo que venga en cualquier momento. Muchos chicos piensan aún a los 28-30 que es mejor esperar a ver si llega algo mejor, no sea que vaya uno a perderse prados más verdes. Entre los esquimales del pueblo de Uli, que se cuentan a centenares, las mujeres de tu edad disponibles son tan pocas, que uno no se queda esperando si se le presenta la oportunidad. Sin televisión ni revistas que lancen continuamente imágenes de lo que hay más allá, los esquimales viven tranquilos, ajenos a los principios de vida que rigen a los kablunak. Así que, aún con los ojos cerrados, pensé: “¿Por qué no crear un hogar para treintañeros? Si existen para ancianos, gatitos, perritos, clubs de cartas y todo tipo de centros de reuniones, ¿por qué no crear un lugar de encuentro por donde pasar para intercambiar inquietudes, ver pelis, dormir con alguien o desayunar en grupo? “Hogar para treintañeros kablunak”, o mejor “Siéntete en casa”...”. ESTÁS INVITADO.

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