Montag, 22. November 2010

Treintañitis


Después de un año de escribir el blog, esta semana he descubierto por fin la enfermedad que me aqueja: “Treintañitis”. Menos mal que tengo a mis amigos y conocidos, que me la recuerdan cada día, que si no tendría que ir al médico a que me la operaran y me la extirparan de raíz.
Todo empezó en el vestuario: cansada y medio ojerosa comentaba el fin de semana con mi compi del entrenamiento de natación. “¡Pero chica! A tu edad, ya no estás para salir hasta las 4 de la mañana y tener que preparar clases el domingo”. Mis ojos se abrieron como platos, no seguros de lo que acababan de oír mis oídos sorprendidos. Todo mejoró al día siguiente, cuando en el coche camino del trabajo (comparto 1h de coche por trayecto) oí: “Yo ya no estoy para ir a conciertos”. La chica (¿abuela?) en cuestión tiene 32.
En clase de conversación debíamos comentar el dicho “Una copita de vez en cuando no hace daño”. Y mi alumna de 36 me comentó: “Antes bebía, pero ya no puedo beber nada”. A mí se me secó la garganta. “¿Estaría enferma? ¿Habría encontrado la piedra filosofal?”. En mi caso todo sucede al contrario: ahora me gusta más salir e ir a bailar y a conciertos, soy la primera que se alegra por los mercados de Navidad y el vino caliente (el hit del invierno alemán ;-) ), no me pierdo un cumpleaños y duermo menos que con 17 al tiempo que trabajo más. ¡Ay madre!
Para rematar, en la cancha de gimnasia deportiva una chica del grupo va y dice: “No, yo ya no puedo estudiar Educación Física, soy mayor”. Discretamente y con curiosidad, me atreví a preguntar por su edad: “26”. Ya, claro, la chica “es mayor”... Imagínense la cara que se le puso cuando le dije: “¡Ah, pobre! Yo tengo 31”.
Me ha entrado miedo. He decidido que tengo que tener en cuenta mi delicada situación y prepararme para morir cada día un poquito, así que empezaré por dejar de hacer lo que me gusta, a quejarme de cansancio eterno, de la juventud pasota de hoy en día, de los viejos tiempos, del dolor de riñones y de la imposibilidad de cargar peso en el supermercado. No vaya a ser que empiece a disfrutar de la vida, aún me queda una media de 50 años para ir muriendo en vida un poquito cada día.

1 Kommentar:

  1. Y lo peor de esa enfermedad es que a veces afecta al cerebro, y es muy mala de extirpar de ahí.

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