Dienstag, 16. März 2010

Cuestión de pulsaciones

A los 12 llegó el director del colegio a clase con una noticia: el cabildo de Canarias había organizado un viaje a una granja escuela en Asturias. Se trataba de cuidar a los animales, aprender cestería, a hacer queso con la leche de las vacas que ordeñábamos nosotros, hacer senderismo y conocer los monumentos de la zona al tiempo que convivíamos adolescentes de toda España. Enseguida quise ir, enseguida pedí a mi madre el apoyo económico para poder hacer el viaje. Meses antes, la expectación era brutal: sólo hablaba de eso, pensaba en eso, soñaba con lo que allí vería y haría. "¡Mi primer viaje sola!" Tenía miedo, tenía ganas, estaba insegura, pero quería ir.
El año siguiente tocó encuentro de jóvenes en Barcelona, visita a las recién creadas instalaciones olímpicas, paseos por la ciudad condal y más convivencia con jóvenes de mi edad. Recordar las sensaciones de aquella Semana Santa, el curso de bailes de salón con mi bajito compañero Ian, la autoestima inestable de los 13 años y el impacto que me causó pasear por las callejuelas del Barrio Gótico, me causan escalofríos y me hacen sonreír aún hoy cuando pienso en aquellos días.
Después de estas dos aventuras, muchos viajes. Muchos sola, la mayoría con la intención de encontrar a amigos o de instalarme en una nueva ciudad. Poco a poco, el nerviosismo fue disminuyendo y fue instalándose un aplomo y una capacidad de salir airosa, que en aquel entonces no me hubiera imaginado.
Ese miedo atroz a lo desconocido, esa inseguridad ante la pregunta de si podría salir adelante cuando me quedaba sin maletas en algún puerto lejano o los muchos ratos de soledad que una vive cuando viaja durante días hasta llegar a la meta final, han desaparecido. Estoy segura de que son los treinta y un cierto rodaje, los que en situaciones nuevas en las que es preciso actuar rápido e intuir si el tailandés del tuc-tuc te quiere cobrar el doble por el trayecto, te hacen contestar con firmeza y pedir lo que tú consideras aceptable.
Será por la globalización, será por la inquietud de una, será por los treinta -que un poco más de aplomo sí que dan- pero siento que Europa se nos va quedando a todos pequeña y que los viajes están a la orden del día.

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