Freitag, 20. November 2009

Espermatozoide asesino

El jueves pasado creí que veía visiones: por el pasillo de la facultad descubrí que una alumna menuda y delgadita del semestre pasado de repente tenía una barriguita considerable. Me extrañó, pero seguí camino del comedor, donde me encontraría con Ana. Está embarazada de 4 meses, está bien, quería saber cómo le iba. Cómo no, las conversaciones giran en estos casos en torno a hospitales, síntomas, ecografías y nombres para bebé. Hacía 2 días que una amiga común había tenido a su hija prematuramente, ya perdí la cuenta del lugar que ocupa la chiquilla entre los niños de los amigos. En un año hemos pasado de 1 a ¿12? ¿20?

Unas horas más tarde, haciendo recados cerca de la hospital universitario, se me ocurrió tomar un té con un amigo en una cafetería acogedora, de esas que ponen tartas alemanas y tés sabrosos. En la mesa de al lado decubrí a 5 hermosotas gestantes en su último mes que hablaban acaloradas sobre la gimnasia pre-parto. Orgullosas, miraban su Mutterpass, el “pasaporte de madres” alemán, que recoge todos los datos, medidas, tamaños, pesos, frecuencias cardíacas y azúcar en sangre durante los meses del embarazo.
Yo en su época tuve el de notas, con el PA (Progresa Adecuadamente) y NM (Necesita Mejorar) decorado con cruces si se destacaba especialmente o con signos de menos si se iba más bien flojillo, pero viendo el orgullo con el que estas se lo pasaban unas a otras, te daba que pensar...

¡No me lo podía creer! Me perseguían, me buscaban, ¡me querían meter en su club!

Por la noche, en sueños, -es que fue así, lo aseguro- persigo a una lesbiana, la acabo destrozando con un extintor y, al terminar, salgo a la calle y descubro que todas, todas las mujeres, están embarazadas, me miran con cara de lástima y me dicen: “No sabes lo que te pierdes, chica”.

Se acabó. Voy a denunciar un caso de mobbing en la vía pública.

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