Sonntag, 1. November 2009

Multiculti I

Subo al tren camino del trabajo. Suena Jorge Drexler en el Ipod, y no paro de pensar en un tema que me ronda desde hace unos años y que se hace cada vez más visible en mi vida cotidiana. Quizás no se puede restringir a los 20 ó los 30, pero en mi caso ha coincidido con esa década.

Seguro que vendrán más posts sobre la interculturalidad en alguna de sus variadas facetas, pero con este quería comenzar la serie.

Desde mi infancia canaria la vida tenía otra perspectiva, quizás acentuada por el factor isleño de nuestra personalidad, incrementado con la hora de menos -en comparación con la mayoría europea- en la que transcurren nuestros quehaceres cotidianos, o quizás son los varios miles de kilómetros que nos separan del continente. En principio, a pesar de la cercanía a África, de pequeña me sentía un poco en una burbujita, en un ecosistema que tenía ritmo propio.

Al llegar a Alemania (donde vivo desde hace 5 años y pico) y compartir los primeros meses de clase de alemán con azerbaiyanos, rusos, turcos, iraníes, egipcios, polacos, coreanos, griegos y etiopíes, empecé a notar que por estos lares había algo más que alemanes. Y aquello me flipaba. Cada vez que tocaba hacer un ejercicio en el que se hablaba de nuestra familia o la comida de nuestro país para utilizar los recién aprendidos tiempos verbales, me daba cuenta de lo diferentes que eran nuestras procedencias y nuestras culturas. (¿Qué cara tiene un egipcio? ¿Sabes cómo tienen los ojos los kazajos?). Ahora estábamos allí, todos juntos, en una clase, cada uno con una historia, con un pasado, con unos motivos que le hacían intentar comprender qué coño es eso del “dativo” o los “trennbaren verben” al tiempo que intentábamos aclimatar nuestras tostadas pieles a las nuevas temperaturas.

Hoy esa fase ha pasado, pero vivo la siguiente. Cada día, en la parada de tren perdida donde está la facultad en la que trabajo, somos 1 alemán, 2 africanos y yo a oscuras esperando el tren. En clase tengo a Christos de Grecia, Andreas de Kazakstán, Stuart de Kenia, Fabian de Francia, Nicole de Bélgica y Felix de Indonesia, mezclados con algunos alemanes hijos de holandeses, rusos o italianos. Yo soy canaria y nos une el interés por el español. Al salir del tren me cruzo con la hindú con sari y abrigo o con la familia chilena que espera en la vía.

Somos casi un 20 % de extranjeros que viven, piensan y sienten en Colonia.

“Disneylandia” de Jorge Drexler suena en el Ipod.

http://www.youtube.com/watch?v=VBSA8d9IDeY

Disneylandia

Hijo de inmigrantes rusos casado en Argentina con una pintora judía, se casa por segunda vez con una princesa africana en Méjico. 
Música hindú contrabandeada por gitanos polacos se vuelve un éxito en el interior de Bolivia. 
Cebras africanas y canguros australianos en el zoológico de Londres. 
Momias egipcias y artefactos incas en el Museo de Nueva York. 
Linternas japonesas y chicles americanos en los bazares coreanos de San Pablo. 
Imágenes de un volcán en Filipinas salen en la red de televisión de Mozambique. 
 
Armenios naturalizados en Chile buscan a sus familiares en Etiopía. 
Casas prefabricadas canadienses hechas con madera colombiana. 
Multinacionales japonesas instalan empresas en HongKong y producen con materia prima brasilera para competir en el mercado americano. 
Literatura griega adaptada para niños chinos de la Comunidad Europea. 
Relojes suizos falsificados en Paraguay vendidos por camellos en el barrio mejicano de Los Ángeles. 
Turista francesa fotografiada semidesnuda con su novio árabe en el barrio de Chueca. 
 
Pilas americanas alimentan electrodomésticos ingleses en Nueva Guinea. 
Gasolina árabe alimenta automóviles americanos en África del Sur. 
Pizza italiana alimenta italianos en Italia. 
Niños iraquíes huídos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia.

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