Dienstag, 10. November 2009

“¿Qué me pongo mañana?”

Era la pregunta que me hacía mi hermana, -o yo a ella- cada noche desde el borde de la cama. En la época del instituto era importante escoger bien, para que nadie te dijera ningún comentario desafortunado al día siguiente, quién sabe quién andaría en el recreo por la cafetería... Lo mejor era que se notara que usabas sujetador “de los de verdad” y aparentar un poco más, un poco más de 14 ó 15, que era lo que teníamos. Así que muchas veces pasábamos a escondidas al cuarto de mi madre y cogíamos algo guay, algo que nos hiciera mayores.

En la Uni ya no vivía con mi hermana, pero le hacía a mi abuela la misma pregunta. En realidad, en Las Palmas el clima no dabe pie a muchas diferencias: camiseta y vaqueros, suéter o rebeca. Si eres menuda y con cara de no haber roto muchos platos, te interesa ir “bien”. El fin de semana, un poco de rimel y sombra de ojos, en esa época ya me gustaban mayores, mejor aparentar un poco más.

Entre semana, algo “guay”, el fin de semana, algo que te hiciera mayor.

Ahora, unos añitos después, sigo haciendo la misma pregunta: “¿Mañana qué me pongo?”. Pero ahora entran más factores en juego: temperatura, lluvia, tiempo que paso en la bici, horas de estar de pie, reuniones, entrevistas. Así que intento parecer seria delante de los estudiantes y los jefes, mientras sueño con llegar a casa y quitarme los tacones.

Entre semana, a planchar blusas. El fin de semana, a por los All Star, los antiguos pendientes de mejores épocas hippies y algún foulard chillón de esos que ahora llevan todas.

Laborables: fingir seriedad y madurez ;-). Fines de semana: intentar volver a ser estudiante

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